XXXII Edición del prestigioso Premio “Emilio Ollero” de Pintura

09 ene 2019 / 11:32 H.

Un año más el Premio de Pintura “Emilio Ollero”, convocado por el Instituto de Estudios Giennense y la Diputación Provincial de Jaén, centra la atención expositiva en este año de efemérides: cuarenta años de nuestra Constitución y doscientos años del Museo del Prado.

Las 32 ediciones ya celebradas son tiempo suficiente para afirmar este certamen entre los más longevos del país. Certamen por lo demás que, no obstante, la falta de interés que viene suscitando las exposiciones de pintura, es esperado todos los años con interés. Con la música y la pintura a la cabeza, vivimos una época desventurada para ambas disciplinas, soslayadas desde la escuela donde deberían encontrar sitio y protección suficiente junto a la poesía. Parecería que una pedagogía equivocada amenaza el futuro de ambas disciplinas en una sociedad acostumbrada a ir de maitines más que a maitinar. Constante bien dispuesta para liquidar la costumbre de leer, escuchar, ver... Como se interroga Emilio Lledó: “¿Quién puede hoy dudar del poder de las imágenes? Pero este poder es absolutamente destructor o ciego si el contemplador no es el mismo, una lengua, una posibilidad de leer, de interpretar, de sentir”.

Tiempo mordido por la apariencia y el vértigo de lo efímero que destruye y pone en cuestión la propia esencia y validez del arte como reflexión y como memoria y patrimonio de cada pueblo. Manifestaciones amenazadas por un sistema corrosivo que busca con insistencia toda suerte de beneficios inmediatos y mezquinos ajenos a la legítima que constituye sentirse arropado por la razón como plataforma de libertad. Hecho capital cuando celebramos los primeros 40 años de nuestra Constitución y el día 19 del pasado mes de noviembre cumplía los dos primeros siglos de nuestro Museo del Prado, cuyas obras no son otra cosa, que esa cita con el conocimiento suficiente para robustecer la regeneración cultural. Efemérides que dan significación a nuestra razón de ser y evocan miradas tendentes a percibir con atención las artes figurativas. Tal constante abandona el caduco cuartel de lo “contemporáneo” para, como acaece con el Primer Museo Europeo de Arte Moderno (MEAM) abierto precisamente en la Barcelona “vanguardista”, explorar conceptos de entendimiento que permita la lectura de cualquier obra de arte sin juicio previo; esto es, sin otra prevención que la derivada de su valor intrínseco.

Cosa diferente es aceptar productos de naturaleza estúpida, afines a la sensibilidad de quienes, desde hace ya más de un siglo, se afanan en adoptar contraseñas dictadas por la lógica del comercio, y por consiguiente, políticamente correctas a los ojos de no pocos snobs y nonatos comisarios. Marco de estrecheces estéticas con reflejo en la hechura rápida del grafiti, aliado natural y, en alguna medida, forma de expresión, cuyo acabado participa de la lisura propia de la tinta plana, afín a la cartelería de porte industrial y, en consecuencia, de vida efímera aunque, de momento, el quehacer de Andy Warhol pueda sugerir otra cosa ante no pocos párvulos universitarios que, entre otras cosas, deberían leer a Robert Hughes. La ignorancia figura como paradigma de una nueva necedad, tendente a confundir la percepción colectiva, incluida la parte de mirada genética que pudiese corresponderle a cada ciudadano del planeta. Todo ello en nombre de esa universalidad que urge acomodar a lo social y no tanto a lo cultural. Claro es, a no ser que deseemos abolir todas las lenguas y tradiciones en favor de un nuevo esperanto; desde luego ajeno a ese concepto de cultura que define Milan Kundera como “la conciencia y la memoria colectiva de los pueblos”.

Premos. Creado en 1953, los sesenta y cinco años de andadura de esta ilustrada corporación provincial, promueven y representan un acabado modelo del diletantismo original —en la semántica más noble—, el que reunía en perfecta continuidad gusto y pasión por la cultura, desarrollando una conciencia en la que dialogan tradición y modernidad, tanto por la historia cultural de esta provincia, con sólidos fundamentos éticos y estéticos, como por la voluntad crítica de una sensibilidad y un pensamiento que tienen que ver con la trayectoria de este premio, abierto a diferentes discursos estéticos, cuyos galardones son los siguientes:

La obra “Paisaje industrial PR 76” de Francisco Escalera (Córdoba, 1965) obtiene el XXXII Premio de Pintura “Emilio Ollero” dotado con 10.000 euros. Se trata de una tela pintada con pintura acrílica y técnica muy depurada donde los grises adensan la expresión de en realismo sintético y metafísico que, de algún modo y venturosamente, cuenta con precedentes en el arte norteamericano.

El Premio Jóvenes Talentos Andaluces, con una dotación de 5.000 euros, ha sido para Javier Palacios Rodríguez, nacido en Jerez de la Frontera en 1985 y residente en Holanda. Una cabeza trabajada sobre tabla, desde luego ajena a ese sentido de cartelón, que actualmente suelen adoptar las piezas de esta temática expuestas por doquier. Efectivamente, “The believer” está conformada por un universo de misturas cuya poética tiene que ver con el nuevo realismo centro europeo,

Los dos accésit concedidos, dotado cada uno de 2.000 euros, han sido para Nuria Muñoz Sánchez-Horneros (Jaén, 1975) por la obra La geometría de los sueños I, trabajo de infografía sobre dibond, material compuesto por aluminio y polietileno de claro adentramiento con los nuevos soportes procedentes de herramientas como el plotter. El siguiente ha sido para Ángel Peñuela Navarrete (Valencia, 1957) por Usted primero Don Diego, una obra acrílica sobre lienzo realizada de modo directo mediante un gesto decidido y el poder sintetizador de un concepto de pincelación seguro y brioso.