Vuelven los infrarrojos

09 jul 2023 / 12:02 H.
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Felipe González imprimió al PSOE durante la Santa Transición un quietismo ideológico y un conservadurismo político como inspirado en los revolucionarios de colegio mayor. Francisco Umbral, el gran articulista de cuando entonces, llamó a los dirigentes socialistas en sus columnas “los infrarrojos”, en un extraordinario hallazgo literario. Julio Anguita, en los mítines a la caída del crepúsculo en Córdoba, donde Alá lo inspiraba y las palabras le brotaban desde lo más hondo de la sangre, con mucha gente emocionada y llorando a su alrededor, insistía en el que “el PP y el PSOE eran iguales”. Ambos partidos, sí, pugnaban por el centro político, que era dónde parecía residir el éxito electoral. Los extremismos carecían de influencia. La ultraderecha de Fuerza Nueva, heredera del franquismo, logró únicamente un escaño en Las Cortes para Blas Piñar, que era un Jean Marie Le Pen castizo y de política azulona de cojonazos. Y la ultraizquierda del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), por ejemplo, fue siempre residual, extraparlamentaria. Su líder, Santiago Gallego, era un veterano luchador izquierdista de ideas extraviadas: murió en la certeza de que la URSS consistía en el paraíso obrero.

Escribió también Umbral: “FG no ha falseado la democracia, sino que la ha detenido”. Y precisamente ahora retornan los infrarrojos, en el momento de mayor complicación política para Pedro Sánchez, ante unas elecciones de resultado incierto. Sánchez ha intentado construir un PSOE rojo (más o menos), quitando esa “p” de “psocialismo” que Felipe González pareció ubicar ahí en los 80 como un muro de contención de las políticas realmente de izquierdas. Los infrarrojos se reunieron el 20 de junio en Madrid en la presentación del libro “Aquel PSOE-Los sueños de una generación”, escrito por el exministro Virgilio Zapatero. Efectivamente aquellos socialistas soñaron con cambiar la vida, y pudieron llevarlo a cabo, pero no lo hicieron, y actualmente los sueños de cambio sólo son posibles durmiendo. Pero esa presentación reunió a FG, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo Terreros, José Luis Corcuera y José Barrionuevo, entre otros. No era el momento de ir (eludo el término conspirar) en contra del propio partido, porque el término ‘sanchismo’ acuñado por Alberto Núñez Feijóo, que tanto rédito electoral está proporcionando a la derecha, contiene dentro la llamada al voto al PP de los socialistas desencantados con Sánchez. Alfonso Guerra, en un reciente artículo, ha hablado de “socialismo liberal”, términos contradictorios, que suponen un maquiavélico juego de malabarismo político. Y afirmó Guerra en esa presentación: “Hemos leído en los periódicos que quienes salvaron vidas no fueron los sanitarios en la pandemia, sino quienes se acaban de quitar el pasamontañas”, en referencia a las palabras del delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín. AG hubiera sido un destacado dramaturgo antes de la famosa ‘foto de la tortilla’ de Pablo Juliá (que publica libro). Veremos si la Historia lo recuerda como un buen político.

Y ahí sigue Pedro Sánchez con su campaña, que en cierta medida se parece a sus solitarios largos viajes en el Peugeot de juventud, mientras de muchos ayuntamientos PP/Vox quitan la bandera Lgtbi. Los infrarrojos han hecho oír su voz. Vox los escucha con regocijo: “¡Dales caña Alfonso!”. Si Pedro Sánchez no reedita Gobierno tras el 23-J, la batalla interna por el poder en el PSOE será descomunal.

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