Vuelta de tuerca

    15 ene 2020 / 10:18 H.
    Ver comentarios

    Si los ciudadanos practicasen entre sí la amistad, no tendrían necesidad de la justicia”, es una de las frases que se asocian al gran filósofo Aristóteles, aunque Séneca, algún tiempo después, convino en afirmar: “Si estás libre de enemigos, porque a nadie hiciste injuria, no faltarán otros que lo sean por envidia”. Pero centrémonos en esto último, ¿qué es la envidia? ¿Cómo se podría definir esta palabra que tan estrechamente se ha asociado a nuestro territorio español?, aparte, claro está, de ser uno de esos llamados “pecados capitales”, así avalados por el catolicismo, y que es el peor de los siete, por cuanto quien la padece le hace sufrir, bien alejado del vicio, o la gula que, al menos, nos haría experimentar situaciones, desde todo punto de vista, placenteras. Con todo, no supondría tarea difícil dar con un significado más o menos oficial: “Tristeza o pesar del bien ajeno”, pero yendo más allá en el día a día, entre hipotéticos compañeros, compañeras y centro de trabajo, observamos que se pretende reconocer lo banal, lo superficial y el amago de superación, frente a lo real, lo profundo y el valor intrínseco que posee toda acción digna de ser estimada en su justa y más preciada medida: la del mérito, la capacidad y el talento. Se tiende a dar importancia a lo que no lo tiene en detrimento de lo que sí es digno de admiración. Pero es que, desde hace unas décadas, lo que llamaban trasero es boca, y lo que denominaban boca ahora es lo primero. Pongamos un ejemplo. En 2014, en el Día del Libro que se celebraba en Barcelona —Sant Jordi—, una conocida escritora galardonada con el Nadal y Planeta —solo por citar algunos de sus más importantes premios literarios— firmaba uno de sus últimos libros en el suelo, mientras una conocida colaboradora de un programa televisivo, lo hacía a lo grande, en una caseta asignada a tal fin y con doble fila de fans rodeando la misma. Es decir, si tomamos el pulso de la sociedad, mal lo llevamos. Vivimos unos tiempos en que se pretende ensalzar lo inútil infravalorando lo importante y es que, quienes llevamos ya una dilatada carrera en el mundo de la edición, somos aficionados frente la nueva caterva de “presuntos eruditos”. ¡Así nos va!

    Articulistas