Vuelta al cole

05 sep 2019 / 08:48 H.

Cuántas nostalgias saltan a la mente cuando se ve por las calles a los niños y niñas que regresan al colegio. Unos caminan alegres y otros vuelven a rastras, lloriqueando, pero todos ellos van mucho más cargados de material que los escolares de mi generación. Esa enorme mochila debe ser un calvario. Entonces, la herramienta principal, básica e imprescindible, era una sencilla pizarra acompañada de un pizarrín. Algunos se podían permitir llevar la cartilla “Rayas” para leer y una libreta para los dictados y, los más afortunados, hasta portaban una discreta enciclopedia. Todo lo demás, estaba en la escuela, especialmente el enorme encerado que era el “banco de trabajo” más utilizado, a base de gastar tiza blanca y un trapo para limpiar. Era en lo que el maestro reflejaba en el encerado y las cuentas que los alumnos hacíamos en él, donde más aprendíamos. Mi escuela estaba situada en la calle Mesones. Dos grandes salones convertidos en colegio, siendo Guillermo Llera—mi maestro—el que dirigía la de abajo, e Ismael Medina, la de arriba. La mía era una escuela como casi todas las demás, con más o menos idéntico mobiliario. Eso sí, sin calefacción. Pero como en aquellos tiempos la calefacción era poco habitual, nadie la echaba de menos. Y todas las generaciones de alumnos, formadas en buena parte por familiares que se iban sucediendo, lo pasábamos bien. Y la gran mayoría aprendíamos, porque don Guillermo fue un maestro excelente. Y las sagas de los Salido, los Salcedo, los Espinilla, los Romero, los Higueras, los Carrasco, los Cazalilla y muchas más, incluso los Villar, porque mis hermanos y casi todos mis primos fuimos alumnos de aquel colegio, nos fuimos haciendo hombres y encontrando una vida laboral decorosa. Nadie discutía los planes de enseñanza, nadie se atrevía a faltarle el respeto al maestro y los padres lo respetaban porque eran conscientes de que un maestro estaba trabajando por hacer que sus hijos fuesen mejores. Entonces no se utilizaba demasiado el término profesor, sino maestro. No hace mucho tiempo, un amigo mío profesor universitario, me preguntó qué diferencia veía yo entre un profesor y un maestro. A mi manera, sintiendo las cosas como yo las siento y las veo, le dije que para mí un profesor es aquel que se forma en la Universidad y un maestro es aquel que se forma y aprende la sabiduría que dan muchos años de vida y de entrega a la enseñanza.