Votar con las emociones

10 may 2022 / 16:00 H.
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Las crisis son el caldo de cultivo ideal para el ascenso de los populismos. Lo hemos visto en el siglo pasado, en el periodo de entreguerras, y vemos como se repite la historia irremediablemente. El permanente discurso de la crisis de la civilización o de la decadencia nacional adoptado por la extrema derecha es un constante en todos los países, especialmente en Europa. Como lo explica muy bien Miguel Ángel Simón, uno de los politólogos que en España más han estudiado este asunto, en las democracias occidentales gana adeptos el relato de recuperar la grandeza perdida y añorada. Con ese relato ganó las elecciones el húngaro Viktor Orbán, ha consolidado su liderazgo Putin hasta el punto de empoderarse e invadir un país vecino para volver a la idea de la gran Rusia y están creciendo las opciones de la extrema derecha en Francia, y otros países incluido el nuestro.

La frustración se ha apoderado del sentimiento y la emoción de una gran mayoría social, que no termina de comprender los acelerados cambios que estamos viviendo. No terminamos de entender esta nueva sociedad del siglo XXI que estamos protagonizando, y nos resistimos a cambiar y a ver el mundo con otros ojos y con realidades sociopolíticas que nos condicionan nuestra manera de vivir e incluso nuestras expectativas vitales. No sólo la ciudadanía tenemos que adaptarnos a la nueva realidad, también las empresas, la política, las instituciones y todo el entramado social. Mientras avanzamos en esta nueva sociedad, con sus desafíos, pero también con su alta dosis de progreso, es importante estar muy atentos, poder tomar nuestras propias decisiones de manera consciente y estar informados para que nos llamen “tontos” tan a la ligera como lo hacía esta semana el presidente de Iberdrola.

Lo mas fácil en un contexto de grandes crisis sistémicas, donde nada volverá a ser como antes, es quedarse anclado en la nostalgia de que cualquier tiempo pasado fue mejor y asumir así las tesis del nacional-populismo. Pero deberíamos volver a tomar las riendas de nuestras vidas y contribuir activamente al fortalecimiento de nuestras democracias como ciudadanía activa, informada y libre que somos. No podemos renunciar a todo lo conquistado hasta llegar hasta aquí. Nuestras democracias nos permiten poder decidir con nuestro voto aquellos partidos y aquellos liderazgos que nos ofrezcan confianza y políticas públicas que respondan a nuestras necesidades. También aquellos que contribuyen a construir instituciones y servicios públicos fuertes y sanos, alejados de la corrupción de quienes los gobiernan. Los partidos deben de hacer un gran esfuerzo de transparencia y cambios para que la política vuelva a ser ese instrumento vertebrador que nos ayuda a vivir mejor y nos ofrecer soluciones cuando necesitamos apoyo. Basta ya de mentiras, de manipulaciones y de predicar lo contrario de lo que hacemos. Antes de votar deberíamos conocer los programas electorales y sobre todo las acciones de nuestros responsables políticos, tanto en su vida pública como privada. Deberíamos analizar los servicios públicos, la sanidad, la educación, los servicios sociales, y votar en conciencia y con responsabilidad y menos con las emociones y creyendo sin más a aquellos que nos resultan atractivos sólo por ser “antisistema”. Mi consejo para el 19 de junio, análisis, observación y votar a quienes mejor defienden nuestros intereses y nuestros valores.

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