Volver a empezar

    22 jul 2023 / 08:52 H.
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    Cuarenta años han pasado desde que Luise Rainer anunció que el Óscar a la Mejor Película Extranjera era para “Volver a empezar”. Y lo hizo transformando el verbo empezar en esdrújulo con su curiosa pronunciación. Hoy, tiempo después, ambos verbos, volver y empezar, son agudos, como siempre fueron, ante nuestros oídos. Y están confabulados para que consigamos un premio que nos afecta de lleno. Volvemos a votar y, con ello, a empezar un nuevo camino. La diosa Urna está ya preparada. Las papeletas se miran entre sí con una mezcla de nerviosismo, inquietud y, tal vez, cierta desazón. Algunas se irán acabando rápidamente mientras que otras quedarán rezagadas. Ninguna sabe lo que pasará cuando se escruten los resultados, pero sí que se dan pequeños codazos cuando escuchan que tal o cual partido, ese cuyo nombre llevan, puede conseguir más votos que el de la vecina de casillero. (Algunas llevan incluso la grácil foto de la líder para “pelusilla” de las demás).

    Es viernes y, por tanto, es el último día en que los medios se apresurarán a dar sus últimas pinceladas escorándose hacia uno u otro lado para ver si en una carambola de incierto éxito logran que, en los últimos instantes, algún voto cambie de sentido y se “apunte” a quien ellos patrocinan.

    Mañana sábado, en una extraña simbiosis de tranquila serenidad exterior y de indisimulada zozobra interna, candidatos, asesores, ministros, aspirantes y gentes de “política” subsistencia pasearán por parques y jardines mostrando sonrisas y gestos de apacible relajación mientras invocan a la peregrinación a los colegios electorales. Y los medios, esos agentes a los que se les conceden muy elevados grados de influencia ya no podrán publicar encuestas, opiniones tendentes al descalabro del contrario ni entrevistas con invitaciones subliminales.

    El domingo descubriremos si las influencias de esos periódicos, radios y televisiones a los que tan aficionados se han vuelto ciertos protagonistas de las papeletas que manejaremos este caluroso 23 de julio, han calado o no en los votantes de a pie. Las ideologías suelen extender su manto sobre el cuerpo electoral provocando no pocas cegueras, determinadas obcecaciones y, en especial, obstinadas maneras de aceptar ruedas de molino si nos las ofrecen ricamente condimentadas los “nuestros” mientras apartamos con asco las posibles vituallas de “los otros”. En ese interesante cuadrilátero se mueven nuestros votos.

    ¿Ganarán los ecos de economía “motorizada”? O, por el contrario, ¿se impondrán voces que se aferran a realidades menos triunfales? ¿Se tendrán en cuenta los “desastres” de ciertos pactos entre gentes adictas a independencias, extremas izquierdas cuasi radicales y a antiguas violencias? ¿Serán los pactos con extremas derechas cuasi radicales los que más afecten a ese nuevo “empezar”? ¿Alcanzarán los cielos gubernamentales quienes antes
    proclamaron que ese era su objetivo y que ahora han devenido en jeroglífico matemático? ¿Revalidarán su triunfo aquellos que, dicen, ganaron por goleada el único debate televisado? Interesantes disyuntivas cuya resolución está en nuestras manos, en nuestra opinión soberana. Mas que nunca la alternativa izquierda/derecha, derecha/izquierda,
    parece flotar sobre nosotros de forma abrumadora, casi tanto como el canicular sopor que envolverá esta vez la llamada “fiesta de
    la democracia” y que, quizá, debería ir acompañada con juegos acuáticos, aspersores de
    ligeras gotas edificantes y ricos botijos de agua fresca, por no mencionar exquisitos aparatos de aire acondicionado o sus parientes pobres, los ventiladores. ¡Ay de aquellos que la diosa Fortuna, otra del Olimpo como Urna, haya señalado con el dedo cruel para ser personal de mesa!

    Pero que no cunda el desánimo. Votemos todos. Votemos todas. No olvidemos que estamos a punto de “Volver a empezar” Y ese nuevo camino lo gestionamos el domingo. Ya mismo. No podemos dejar pasar la oportunidad de decir alto y claro lo que queremos. ¿Nos van a amedrentar cuarenta grados de nada?

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