¡Viva la Revolución!

    14 jul 2019 / 11:02 H.

    Hoy, 14 de julio, se cumplen 230 años desde que nuestros vecinos, en 1789, decidieron empezar la llamada “Revolución Francesa”. Aquel día se dieron los primeros pasos para acabar con la monarquía y conducir a Luis XVI y a su familia a la guillotina. Alguien escribió que aquella revuelta fue “la más notable que se haya llevado a cabo en la sociedad humana. El pueblo, grande y sabio, condujo la lucha por los derechos y la libertad de la humanidad”.

    Pero pocos años después llegó el Gobierno del Terror. El Comité de Salvación Pública decretó que todos los ciudadanos debían estar permanentemente al servicio de los ejércitos hasta que los enemigos fueran expulsados. El Comité de Seguridad General se encargó de buscar a todos los enemigos de la Revolución, es decir, cualquiera. De ahí el terror a ser detenido sin causa alguna y caer en manos del Tribunal Revolucionario con la guillotina de fondo. Mientras tanto se confiscaron las tierras de los “enemigos del pueblo”, se repartieron los bienes comunales, se suprimieron las universidades y academias, se cambió el calendario y se censuraron los teatros recomendando obras patrióticas.

    Un siglo después, en 1917, Rusia se unió a las glorias revolucionarias. El régimen zarista cayó y aparecen en escena los bolcheviques. En 1925 tenemos otra explosión revolucionaria en China. No entraremos en las consecuencias de estos movimientos ya que su cercanía en el tiempo nos ha hecho conocerlas prácticamente de primera mano. Las purgas, persecuciones a cargo de la policía política y otras “desgracias” culturales y económicas nos enfrentan a un panorama similar al Terror impuesto en Francia. Lógicamente nunca nada fue ya igual. Los movimientos revolucionarios se han ido sucediendo por el mundo con diferente grado de incidencia y resultados pero, desgraciadamente, en muy pocas ocasiones han conseguido realmente que esa entelequia llamada “el pueblo” en cuyo nombre tantos horrores se han cometido, haya conseguido levantar la cabeza y avanzar.

    En nuestra historia cercana tenemos un ejemplo que podemos acotar alrededor del famoso 15 M. Lo que se diría una revolución desde abajo terminó identificándose con postulados populistas que apenas han tenido recorrido y que han alzado prácticamente a alguno de sus cabecillas al estatus de capitalista opulento. Otros populistas, los griegos, han acabado barridos por ese pueblo al que presuntamente querían liberar de yugos diversos.

    Las revoluciones las carga el diablo. Pero nos gustan. La libertad tiene un extraño aroma que emociona y enamora y por ella enarbolamos banderas, sacrificios y futuro. Pero tengamos cuidado con quién se coloca a la cabeza y dice hablar en nuestro nombre.