Visibilizar la gestión pública
Estamos ya en pleno verano que coincide con la finalización de los cursos académicos, políticos, judiciales... (entre muchos otros) y , como siempre, estamos a la espera de la notas, es decir comprobar si nos vamos de vacaciones con los deberes hechos. Es un proceso de evaluación constante que se lleva a cabo normativamente en las instituciones educativas pero poco en las instituciones públicas que nos gobiernan. Este proceso evaluativo se asocia o incluye un juicio de valor, donde el eje fundamental se nucleariza en torno a quien juzga y sobre la base de qué criterios lo hace, toda vez que se cuestiona la pretendida objetividad de la propia acción humana de emitir juicios, sometida siempre a un determinado sistema de valoración social. Supone, por tanto, un compromiso con un diálogo reflexivo, un contexto colaborativo que enfatiza la igualdad dialógica y la toma de decisiones compartida, un compromiso con lo que sucede en la vida cotidiana de una ciudad y una apertura a posibilidades creativas y transformadoras. La evaluación se convierte así en un instrumento de gestión para la administración pública y la propia comunidad considerando su anclaje sociopolítico. Solo una ciudadanía bien informada puede contribuir al desempeño correcto de las políticas públicas. Sin embargo, en reiteradas ocasiones las políticas publicas no se someten al proceso evaluativo descrito y generan muchas dudas sobre la eficacia y eficiencia de las actuaciones en materia de gobernanza que lejos de resolverse se perpetúan en el tiempo. Si nos centramos en la ciudad de Jaén nos encontramos con muchas, quizás demasiadas, situaciones en las que las políticas públicas no son visibles para el conjunto de la ciudadanía y, por tanto no contribuyen a resolver problemas de interés público escudándose en la culpabilidad del “otro” y olvidando que las políticas públicas deben orientarse hacia problemas de interés público y que su objeto implica definir y caracterizar una situación desde la perspectiva del bien común y que formalmente puede expresarse como un problema existente o como una necesidad no resuelta. Parece meridianamente claro que las infraestructuras de transporte y comunicación en nuestra querida Jaén siguen siendo un problema aún no resuelto, al igual que otros muchos que todos conocemos. Un museo arqueológico varado, atrapado en diatribas políticas y burocráticas, un tranvía que anuncian que veremos en el próximo año pero que puede quedar para el siguiente, un transporte público que no mejora, un ferrocarril que cada día funciona peor y que limita nuestra movilidad y la posibilidad de inversiones, y así con otras muchas temáticas que hacen que la ciudadanía de Jaén sea catalogada como de segunda, tercera o cuarta clase y lo que aun peor, genera un estado de resignación que nos aboca a un conformismo difuso. Por otra parte, sabemos de la constante evolución de la polarización entre los diferentes partidos políticos que conforman los gobiernos local, autonómico y estatal con diferentes posicionamientos ideológicos distintos que conllevan a valoraciones constantes que se realizan acerca de los miembros de otros grupos políticos por el hecho de pertenecer a un grupo ideológicamente distinto. Esta polarización emocional o afectiva no ayuda a solucionar los problemas de la ciudad de Jaén. Más bien al contrario. En nuestro caso, la planificación de las políticas publicas se diseña y programa, a veces se implementa y en pocas ocasiones se visibiliza y se evalúa. Si seguimos apelando a identidades partidistas y territoriales no habrá una incidencia directa en la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía jiennense. La falta de un liderazgo en la gestión pública por parte de los políticos jiennenses para dar transparencia a las acciones de gobierno es un factor sobre el que reflexionar porque los deberes no están hechos aún cuando estemos de vacaciones.