Vender la moto

    08 jul 2025 / 08:54 H.
    Ver comentarios

    Si el verano infantil lo marcó la bicicleta, el de la juventud iba asociado a la moto. Tengo un amigo que se encaprichó de una Puch Cobra. Las prisas le llevaron a comprarla a un macarra estraperlista. La moto era el sueño de su vida, pero mi amigo ignoraba que la vida de ese sueño sería breve y aquel rugido de escape que robaba el descanso nocturno y la siesta diurna de la vecindad, tronando por calles, plazas y zaguanes, iba a cesar. Al poco tiempo de sus andanzas, la moto dejó de petardear y las averías pusieron fin a la ilusión. Los vecinos descansaron y mi amigo pronunció una frase a modo de epitafio de aquella breve aventura: “Este cabrón me ha vendido la moto atada con hilillos”. Aquellos zagalones se dedicaron a pasar el resto del verano “tiraos en la porla a to lo largo” y pergeñando gamberradas que los mayores reconvenían unas veces llamándolos niños “bonicos” y otras mezclando la escatología y la memoria de sus santas madres. Ahora los zagales se han hecho mayores, los viejos se han muerto, el mundo está gobernado por imbéciles que nos venden el sueño del porvenir en forma de una moto atada con hilillos y no hay un alma que los achante invocando la memoria de sus santas madres.

    Articulistas