Vandelvira, desde el cielo

    30 oct 2022 / 16:00 H.
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    Un año más he celebrado, desde mi palco celestial y rodeado de quienes colaboramos en la magna Catedral de Jaén, el 362 aniversario de su “Dedicación”. Soy —me presento— Andrés de Vandelvira, y os puedo asegurar que pocas obras de las que tuve el honor de edificar o trazar me llenan de tanta satisfacción como vuestra Catedral giennense. Bien es cierto que este hecho se produjo algunos años después de mi marcha hacia los cielos, en los que sigo disfrutando al ver cómo mi obra sigue interesando y sorprendiendo, ya que os dejé el año del Señor de 1575 y el solemne acto de la Dedicación de la Catedral acaeció en 1660. Pero ello no me impide, creedme, sumarme a vuestra alegría. También terminasteis algún tiempo después de mi fallecimiento una de las estancias que más me satisfacen dentro del templo, la Sacristía, en 1577. Aquí a mi vera tengo precisamente a Alonso de Mena quien, como bien sabéis, realizó el exquisito trabajo del retablo que la preside. Dejad que me invada una pizca de orgullo —que espero podáis perdonar— y haga mío el adagio que define esa estancia: O la luz ha nacido aquí, o si no, hecha prisionera, aquí reina libre.

    Libres deambulamos asimismo por los senderos celestes todos los que, en algún momento de la historia, participamos de uno u otro modo en la construcción de vuestro egregio templo. Desde San Fernando III, que reconquistó la zona, hasta el Obispo Fernando de Andrade que fue el encargado de bendecirlo y trasladar el Santísimo Sacramento. No puedo dejar de nombrar también a Luis de Osorio, Gutierre Ruiz de Olea, Nicolás de Biedma, Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, Esteban Gabriel Merino, Juan de Aranda, José Gallego y Oviedo del Portal, prelados unos, constructores otros. Y cómo olvidar a Eufrasio López de Rojas que os ofrendó el diseño de la espectacular fachada que coronó la obra o a mi buen discípulo Alonso Barba. Todos —aquí me acompañan como os decía— nos sentimos unidos a cada paso que la Catedral va arañando al tiempo, entrelazados, como están, nuestros pasos —ya apagados por los siglos— con los vuestros, con los de tantas generaciones que, una tras otra, han hecho suya la Catedral y, por tanto, han honrado como bien merece a Nuestra Señora y a su Asunción en cuerpo y alma a los cielos.

    Cuando cada año celebráis la Dedicación del templo, una parte de nuestra alma se eleva aún más, si eso fuera posible, mecida en esta ocasión por las voces de la Escolanía. Y otra, la que nos impulsó a construirlo, se fortalece con vuestro perenne recuerdo. Permitidme que os felicite y os anime a cuidar y ensalzar vuestra —y nuestra— Catedral. Os lo ruega Andrés de Vandelvira. Por cierto, volveremos a vernos en 2023. Estad atentos, por favor.

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