¡Vámonos de frente!

Puede que hayamos asistido este año a la última Semana Santa comunicada, publicitada y seguida a la manera tradicional, entendiendo por esta los patrones de conducta que tienen que ver con las normas y costumbres que han definido nuestra forma de vivir y relacionarnos a lo largo de los años en esta última semana de Cuaresma, que la iglesia católica dedica a recordar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Esta afirmación, que tiene que ver con los vertiginosos cambios que la tecnología digital está provocando y que cuando, definitivamente, se asiente nos situará ante una forma diferente de vivir la semana de pasión, se justifica cuando observo, cómo cada día se incorporan más jóvenes a las tareas que representan la manifestación pública de fervor, bien sea como nazarenos, acólitos, costaleros, músicos o miembros de la junta de gobierno en las distintas cofradías. Jóvenes estos que han cambiado el boli por el teclado, con la lógica y consecuente deformidad de nuestro lenguaje, que ha pasado a ser abreviado, corregido automáticamente por un corrector de word y cargado de símbolos y emoticonos. Cofrades, estos que han prescindido voluntariamente de la memoria porque siempre estará San Google o Santa Wikipedia para echarles un cable o Facebook para recordarles el cumpleaños de sus amigos o una app que les lleve a través de imágenes vía satélite a su Casa de Hermandad. Estos rasgos de nuestros jóvenes penitentes son apenas elementos representativos de una realidad que no consiguen camuflar la túnica ni el capirote y que refleja que el cambio no es ya un hecho puntual, sino un proceso permanente a las andas de la tecnología digital. Mi temor es que la capacidad multiplicadora de internet, que facilita la difusión pero no garantiza ni mucho menos la calidad del contenido difundido, venga a mejorar la forma y menosprecie el fondo de lo que debe ser tradición, recogimiento, cultura y reflexión. Mi consuelo es que siempre, aún entre whatsapp y whatsapp se escuchará: ¡vámonos de frente!