Valorar la labor docente

23 ene 2021 / 16:38 H.
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La Unesco en el objetivo de desarrollo sostenible 4 sobre educación reconoce la función clave de los docentes para lograr los objetivos de la agenda de educación 2030, afirmando en un comunicado que en tiempos de crisis pandémica como la actual, los docentes han demostrado, una vez más, una gran capacidad de liderazgo e innovación para asegurar y velar por que ningún discente se quede atrás en cualquiera de las diferentes etapas de nuestro sistema educativo, desde la educación infantil a la universidad. En todas las instituciones educativas del mundo, han trabajado de forma individual y colectiva para encontrar soluciones y crear nuevos entornos de aprendizaje para su alumnado con la finalidad de garantizar la continuidad de la educación. Tampoco debemos olvidar el rol que han desempeñado en los planes de reapertura de las instituciones apoyando al alumnado en el momento de regresar a la escuela, al instituto, a la universidad. Es justo valorar y reconocer la labor docente. Parafraseando a Winston Churchill “nunca tantos le debieron tanto a tan pocos”.

Es cierto que durante los meses de pandemia la inestabilidad e incertidumbre han dominado el mundo laboral, catalogando los trabajos, empleos y profesiones en esenciales y no esenciales, de primera y segunda categoría, obedeciendo a la simple lógica de su necesidad para mantener la actividad social de forma efectiva, pero me pregunto, ¿en dónde categorizar la labor del docente? ¿Cómo se percibe esta labor por la sociedad? Entiendo que es un buen momento para reconocer el papel desempeñado por el profesorado para ayudar a garantizar que una generación de estudiantes pueda lograr el máximo de sus potencialidades, y de destacar la importancia de la educación para el estímulo como un reconocimiento tácito que anima al esfuerzo individual y colectivo para forjar una necesaria cohesión social mientras dure la pandemia y después de ella. Seguramente que hay algunas sombras, probablemente haya opiniones contrarias a como han desarrollado su labor, pero hemos de reconocer que el sistema educativo, como el sanitario, no se han detenido en ningún momento. Se han enfrentado a la enseñanza virtual, una medida en la que se ha venido trabajando desde hace mucho tiempo, en algunas ocasiones por necesidad, en otras por convencimiento, teniendo que dar un paso adelante hacia un mundo poco explorado en la totalidad de sus dimensiones. El paso no ha sido fácil. La tarea del profesorado, por tanto, no está exenta de obstáculos y complejidades, por lo que presenta muchas dificultades que pueden hacerla problemática, ardua y difícil y que puede ser especialmente angustiosa en situaciones excepcionales como la que vivimos en la actualidad. Desde este espacio que me ofrece Diario JAÉN quiero pedir para estos abnegados y silenciosos profesionales, para ellas y para ellos, la admiración, el afecto y la gratitud que se merecen. No son personas que salvan la vida, pero forman para la vida, enseñan valores y cuidan el corazón. En una ocasión me preguntaron que entendía por ser un buen docente y respondí: aquel que es feliz y hace felices a sus alumnos. Ellas y ellos lo hacen y me consta. Sin embargo, creo que es una buena oportunidad para aprovechar las experiencias que estamos viviendo. No debemos entender que esta situación es un paréntesis y que volveremos a lo tradicional como si nada hubiese ocurrido. Ahora necesitamos abordar la formación y el desarrollo profesional de los docentes para mejorar esa labor. Mientras tanto me quedo con las palabras de Jean-Michel Blanquer, ministro francés de Educación y Juventud: “la sociedad necesita darle al docente el protagonismo que merece”.

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