¿Vale todo por la audiencia?

En el año 2000 se estrenaba un “reality show”, cuyo nombre “Gran Hermano” hacía pensar que se convertiría en un programa histórico de la pequeña pantalla. Aquella primera edición me enganchó desde el principio. Disfrutaba viendo a personas anónimas que acababan de conocerse, cómo organizaban las tareas domésticas, repartían el dinero en la compra, reían, se divertían, etcétera. Todo ello me recordaba a mis años de estudiante universitaria cuando vivía en piso compartido con otros compañeros.

Con el paso de las ediciones fui perdiendo interés en verlo, ya que cada nueva temporada me iba sorprendiendo en negativo. Pienso que conforme avanzaba, los y las participantes, ya entraban con unas ideas predeterminadas y con una finalidad clara: hacerse una persona famosa a costa de lo que fuese. Creo que la organización ha ido propiciando que el interés para la audiencia sea: quien se enrolla con quien, si lo hacen debajo del edredón, si en su pasado fue prostituta, si es transexual y estará operada, expulsiones disciplinarias por comportamientos violentos, portadas de Interviú, concursantes que pasan a comentaristas de televisión para crear polémica, etcétera. Y el colmo creo que ha llegado cuando vi en las noticias que se estaba investigando a un concursante por “una presunta violación” emitida en directo, ocurrida tras una noche de fiesta en la casa tras haber ingerido alcohol.

Los propios organizadores del programa están propiciando muchos comportamientos inadecuados, desde el momento que ellos mismos les proporcionan bebidas alcohólicas sin medida.

Me parece vergonzoso que esto haya trascendido a todos los informativos en horario para todos los públicos. Pues algunos pensarán que si lo hacen hasta los “famosos” en la tele, pues no será para tanto. Lo que haya hecho ese hombre es denunciable o no, verdad o mentira, que hable la justicia, pero lo que me parece humillante es la forma en la que están tratando este tema que parece normalizar este tipo de conductas violentas y delictivas.