Uno y trino

    24 nov 2019 / 11:49 H.
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    En un tiempo tan convulso, tan en trance de confrontación permanente entre la política una y trina, y aquella otra que se afana en enhebrar el progreso en el ojo de una aguja evangélica, en este escenario amenazante y amenazado, en el que, versus siglo XXI, sobrevuela la predicción “una de las dos Españas os partirá el corazón”, en esta desolada actualidad, el Premio Cervantes pone sobre mi atención los poemarios de Juan Margarit que releo con distinta emoción a como lo hiciera años atrás, como si la memoria de un desvalido adolescente hubiese encontrado entonces la casa del acogimiento perfecto. Lo dijo hace pocos días Luis García Montero: “La hospitalidad de la poesía es así la mejor metáfora de un contrato social democrático”. No tiremos pues, no rompamos nunca las viejas cartas de amor. Recuperemos la memoria de los afectos transversales, no digo desideologizados, sino atinentes a principios tan elementales como la solidaridad, como la justicia, como la compasión, etcétera. ¿Es de recibo que se satanice a menores de diez o doce años de edad atribuyéndoles el incremento de la delincuencia, por su condición de ser foráneos de este país? ¿Es admisible que agresiones y homicidios de toda naturaleza, tan contrastados como ocasiona la violencia de género, no merezcan una condena institucional de todos los partidos políticos existentes? ¡Tampoco en el ayuntamiento de Jaén!.

    El uno es evidente. Lo preocupante es el trino, como si del misterio de la trinidad se tratase, o tal vez la objeción sea más prosaica, en términos políticos: ¿dónde se ubica la posición del padre (Partido Popular) y la del hijo (Ciudadanos), ¿Cómo cabe interpretar que el padre y el hijo no sean renuentes a los postulados excluyentes del espíritu patriótico, España en la universal?. Acaso, ello se deba a que uno y otros conforman esa unidad de un único dios de la madre patria. Lo dicho. Personalmente, solo queda, para guarecerse la poesía, y en otro universo, el cante: esa vieja solea que rezuma negritud: “En toas las partes del mundo, sale el sol cuando es de día, a mí me sale de noche, hasta el sol va en contra mía”. O bien aquella otra, a propósito de tanto regreso en el ejercicio de los derechos civiles que durante este año estamos padeciendo: “Maldita sea mi suerte, hasta en el andar, que los pasitos que p’ adelante daba, se me van “p’atrás”. También el hermoso poema de Sánchez Rosillo: “Ahora regreso a la casa de entonces. Allí siguen los objetos que oyeron el sonido de nuestra soledad en la penumbra de aquella habitación, el viejo lecho en que ardieron los astros, los minutos que fueron cayendo de tus manos. Y afuera sigue el sol, y el árbol solo anclado en el calor del medio día”.

    Si la memoria se acerca sin querer a las riberas de aquel tiempo que gritan en el silencio de los días perdidos, se levanta otra vez en mi pecho el antiguo dolor. Ojalá todo cambie y si no que Dios nos coja confesados.

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