Una sonrisa ácida
Tal cual estamos viviendo estos días tan espesos de calor y dislocados por la política que nos rodea, el sonrojo va en aumento y la tontura que nos hacen tragar es delirante. No somos gansos, ni tontos del bote. Muy al contrario, estamos expectantes por “el cómo y el porqué” de la política en nuestro país. Queremos los mejores modos y resultados. No la incertidumbre política del exterior, ni tensiones diplomática con Argentina. Nos sublevamos ante la aridez y torpeza que usan algunos políticos por mantener sus escaños en el Congreso. Tal y como tratar de justificar el romper las buenas relaciones con Israel o el dadivoso regalo de mil millones de euros a Ucrania sin haberse siquiera consensuado con otros partidos. Claro está, que si hacemos caso de las fuentes más críticas y lo vemos como una mera estratagema para desviar la atención pública de la corrupción en estos momentos, todo tiene su sentido para los políticos. Sin embargo, para el resto de los españoles todo sigue igual. La falta de empleo, los salarios bajos, la fuga de talentos de nuestros jóvenes a otros países mientras nosotros recibimos inmigrantes sin cualificaciones, la fragmentación de España, la ley de la amnistía y las luchas del poder legislativo por controlar el poder judicial y los medios. Todo un enjambre de dudas.