Una opinión que ayude o una nota de prensa que aplauda y vocee el publicista de turno

06 abr 2020 / 17:38 H.
Ver comentarios

Salir a tirar la basura. Papel y cartón al azul, amarillo para plásticos; orgánico por un lado, restos por otro. Las dos únicas personas que me ayudan a poblar el pavimento madrileño son: un repartidor de comida a domicilio que pasa de largo pedaleando, y, un chico de mi edad que anda paseando al perro mientras habla por el manos libres del teléfono. Ambos nos miramos y nos situamos lo más pegado posible a los extremos de la acera, para evitar el contacto. Me pasan un vídeo de una chica que, agotada del vecino que martillea a todo el barrio con himnos patrióticos, saca su altavoz y le dedica los “Like a Virgin” y “Like a Prayer” de Madonna, a la iglesia que tiene en frente. Así se ha vuelto la rutina de mucha gente en este atípico mes de abril de dos mil veinte. Lo que podría ser ciencia-ficción, ese futuro de trabajos desde casa y mundos virtuales, parece que ha llegado.

La fotografía es la unidad mínima de historia, la expresión de un momento, capturada por un observador. Ésta puede ser, desde tan intrascendente como las infinitas fotos de instagram horneando bizcochos o los autorretratos de Facebook, hasta totalmente representativa de un instante, como la foto del soldado del Ejército Rojo sosteniendo la bandera de la Unión Soviética sobre el “Reichstag” (Parlamento en alemán) nazi después de la toma de Berlín. Hablemos de esas fotografías, de las definitorias, de las que, al atento observador, le permiten tirar del hilo.

La imagen con la que documenta este artículo muestra a Santiago Abascal Conde, fotografiado sentado en una silla con una mesa delante. El fotógrafo se desconoce, pero ‘nos la vendió el partido’, como que había sido tomada en su despacho: Trabajando. Un “despacho de trabajo” lleno de objetos coleccionables, adornos y souvenirs. Lo que vendría a ser el sueño húmedo de cualquier fanático de Batman, pero con la España de derechas, la rancia. Eso sí, ordenador, teléfono, archivador, cortinas o lámpara de trabajo, no busquéis en los cuartos de los coleccionistas, en todo caso, focos, apuntando a alguna miniatura exclusiva o a una primera edición de un cómic, por supuesto firmada por el autor, de una tirada especialmente corta. Vayamos con lo que sí hay: guiños para todo su público. Como si de una de las películas del universo cinematográfico de Marvel se tratara, todos van a ser agasajados con sus dos minutos de cuota de pantalla: un trofeo a la tauromaquia para los amantes de la tortura animal; taza de la policía, para los que, como su héroe ficticio Harry Callahan, primero actúan y luego preguntan; bustos retro iluminados, figuras de acción articuladas y cuadros firmados para los que, una vez oyeron de uno que se leyó un libro, y, con eso, tienen de sobra; y, placas, banderas y bolígrafos en dos partes rojas y una amarilla, para los que sólo pueden ver la vida en dos colores: amigos y enemigos.

Se me ha olvidado mencionarlo, pero seguro que hay algo que os lleva llamando la atención desde que se hizo pública la foto y que no ha parado de ser motivo de burla en redes sociales desde entonces: un mapa de España. Otro mapa de España. Un tercer mapa de España. Aquí me vais a permitir la parada, merecerá la pena. Cuando entré en el colegio mayor, conocí a un chico que estudiaba Geografía. Me preguntaba, cómo, algo tan estático, daba para llenar los cinco años de licenciatura, al igual que me sigue pasando a día de hoy con los que consiguen un título universitario por leerse la Biblia. Otra cosa, muy distinta además, son los mapas y, cómo, siendo el mismo dibujo, cambian tanto su significado dependiendo de cómo sean coloreados. El mismo mapa de España, si es político, se colorea distinto en 1931, 1936 y 1939, por ejemplo. Como amante de los mapas, si en un juego de mesa, el tablero es uno, ya tiene mi atención. Claro que, si al desplegarlo, veo esos mapas de la educación primaria, igual que la consiguió, la perdió. La foto, no me olvido de ella. Tres mapas iguales en forma y color, de esos infantiles con los que uno aprende las distintas comunidades, provincias y ciudades de España. Al igual que el médico se reiría de ti si te viese posar para tus redes sociales con tres fonendoscopios en una consulta, el matemático levantaría una ceja si presumieses de trabajo bien hecho tras hacer sumas y restas con llevadas en una pizarra, o el agricultor te miraría con superioridad si alardearas de agotamiento por trabajar en el campo con esas manos blanditas de pedicura, esta vez, te vuelves con el gato a casa.

No, no ha colado. Ya no es que la bandera no pueda ondear en la luna, es que, enemigo, los conocedores del refranero castellano te decimos: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. No son los pequeños detalles los que construyen tu imagen, es la gran ostentación. No es lo que está, es lo que falta; no hablamos de una fotografía, hablamos de un montaje; y, por supuesto, no estamos aquí para tratar el octavo arte, estamos aquí, para hablar de propaganda. De lo que debiera haber sido un linchamiento mediático y carcajada popular al descubrir al mentiroso en el embuste, pasamos a, supuestos “medios de comunicación” blanqueando esa propaganda, convirtiéndola en noticia. Ése es el problema.

Normalmente, los mismos periódicos, emisoras de radio o canales de televisión que hacen de altavoz de terceros, son los que tienen la desfachatez de utilizar las mal llamadas “fake news” (noticias falsas en inglés) como base de sus argumentaciones. Y sí, digo mal llamadas, porque estos propagandistas de pacotilla están, lo suficientemente acomplejados, como para pensar que en castellano pudiéramos tener una palabra para este invento de los EE UU: las paparruchas. Así que, asueldados por los diversos amos capitalistas, no, no sois periodistas, y no, tampoco necesito vuestro viciado punto de vista. Estoy harto de tener que aguantar los chistecitos sobre andaluces, rojos u homosexuales; no tengo por qué leer las justificaciones del violador de turno y de cómo fue provocado por las malas artes femeninas; y, me cansa sobremanera abrir cualquier debate para, apático, terminar escuchando Cuba tal, Venezuela cual o Stalin Pascual. Al fascismo no se le discute, se le combate y, desde varias décadas, en este país, se viene blanqueando. Si cuando ojeas el catálogo del Ikea, tienes clarísimo que no estás creciendo como persona, ¿por qué presumes de cultura después de ojear el “Abc” o “El Mundo” cada mañana? ¿Por qué bajas el volumen del televisor cuando ves pornografía para que no lo escuche tu pareja pero se lo subes cuando sintonizas “Intereconomía”? ¿Cómo se te ocurre vanagloriarte de oír la tertulia matinal de la Cope cuándo ni si quiera escuchas a tu vecino porque no piensa como tú?

Veréis, mi generación tiene grandes retos, como encontrar alternativas al capitalismo, luchar contra el cambio climático o la creación de filtros críticos, pero también pequeños. Y uno de ellos, es recuperar el oficio de periodista. Ese rebelde que hace las preguntas incómodas a los poderosos y se patea todos los rincones, para, aporrear un teclado al final del día en el que aglutinar todo ese inconformismo que lleva dentro. Ese escéptico que duda de todo y denuncia lo que ve. Recordad, si estáis cansados de bloquear cuentas de twitter y amigos de facebook, que un periodista, es molesto, mientras que un publicista, un asueldado. Recordadlo, sobre todo, si preferís leer una opinión formada con crítica social que ayude a la gente, a una nota de prensa que aplauda y vocee el publicista de turno.

Articulistas