Una “neolengua” multinivel

31 jul 2021 / 17:02 H.
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La palabra “neolengua” nos lleva irremediable e irremisiblemente a Orwell. Era la “lengua creada para solucionar las necesidades ideológicas del Ingsoc o Socialismo Inglés” en aquella recordada novela con nombre de año venidero, pero al que las vueltas de calendario han dejado arrinconado en la historia: 1984. Lengua e ideología han ido en demasiadas ocasiones unidas en el desarrollo de nuestras sociedades. El poder siempre ha dispuesto de dos caminos para que “el pueblo” acepte sin rechistar ciertas ideas: la fuerza y la manipulación sutil o descarada. Llegamos así a la perversión del lenguaje despojándolo de su capacidad como medio de expresión para llevarlo al terreno ideológico. Usar la lengua adecuadamente puede corromper el pensamiento general y hacer que las opiniones se escoren hacia el lado deseado. Una situación que, lejos de ser distópica, se acerca peligrosamente a nuestra actualidad.

La orwelliana neolengua acotaba significados, cambiaba denominaciones, exprimía acepciones e inducía a pensar “lo correcto”. No parece que esa definición esté muy lejos de ciertos comportamientos que podemos observar, sin ahondar demasiado, como hemos dicho, en la realidad actual. El poder, apoyado en multitud de ocasiones en los medios de comunicación, se encarga de moldear el lenguaje y de ir generando corrientes de opinión favorables a sus propuestas mientras que se crean otras de profunda carga negativa para aquellas opciones distintas o diferentes a las oficiales.

Tenemos innumerables ejemplos de ese uso del lenguaje en la actualidad. Postulados minoritarios, apoyados en los anclajes del poder nos llevan a alterar incluso los formularios mas inocuos para hacer desaparecer palabras tan arraigadas como madre o padre en aras de un inconcebible tsunami que los identifica como “progenitor 1 o 2” o, más sangrante aún, en “personas susceptibles, o no, de gestar”. Siguiendo con estos planteamientos, la neolengua oficial nos regala expresiones como “cisgénero” o “genderqueer” mientras nos saca del armario clásico de los dos sexos o dos géneros para desarrollar concepciones “no binarias” aboliendo las terminación masculina o femenina para implantar la “e” neutra. En otro orden de cosas, cierto tipo de delincuencia política se llega a aplaudir transformando a sus autores en ejemplos para la ciudadanía. O se aplica la denominación “dictadura” solo en función del sentimiento que cierto régimen nos provoque. El adjetivo “fascista” se usa en ciertas ocasiones con desmemoriado desparpajo olvidando su real significado y aplicándolo a quien sale del oficialismo marcado. Otra faceta acariciada por la neolengua es la ordenación territorial: el último grito del neolenguaje es la “España multinivel”. Expresión de ignoto significado a la que habrá que seguir minuciosa y sagazmente para poder trazar sus coordenadas.

El lenguaje se utiliza como arma de trabajo por parte de ciertos sectores del poder instalados en populismos que tratan de abrirse paso en la sociedad. La neolengua se infiltra sibilinamente a veces, a gruesas zancadas en otras ocasiones, horadando poco a poco conciencias y pensamientos hasta hacerlos uno con el oficial. Orwell podría escribir algún apéndice nuevo a su obra investigándonos hoy en día, aunque su 1984 quedó atrás. Claro que solo en el calendario.

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