Una luz en la oscuridad

14 abr 2022 / 16:30 H.
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El 24 de febrero del año 2022, Rusia invadió a Ucrania, invasión que en principio forma parte de la guerra ruso-ucraniana para frenar los deseos del país vecino de unirse a las Filas de la OTAN. Mas de 45 días de horrores bélicos, matanzas, bombardeos, el éxodo de ucranianos mayoritariamente mujeres, ancianos y niños, y la resistencia de los habitantes de ese país, ha hecho que la Unión Europea, como en la pandemia, de un paso al frente y defienda y ayude al pueblo ucraniano.

Una guerra televisada que además de concienciarnos del horror y de la cercanía, nos pone en aviso y nos sume en una crisis económica, de la que también tendremos que salir con gasto masivo de los Estados, desde planteamientos desconocidos y espero que con buena disposición de las fuerzas políticas, de los agentes sociales, y no desde el regate en corto, el cortoplacismo, las trifulcas y las mentiras a las que por desgracia nos estamos acostumbrando.

Lo primero que desaparece y pervierte en las guerras, es la verdad. Con las bombas, los disparos y las muertes se crea una funesta propaganda en la que es difícil distinguir la realidad de lo inventado. Pero en los países democráticos y libres como el nuestro es más fácil deducir la realidad de lo que está ocurriendo, precisamente porque tenemos información competitiva y libre. En este sentido quiero acordarme de los corresponsales de prensa que sobre el terreno nos van contando el horror que están sufriendo los ciudadanos de Ucrania. También nos cuentan su valentía y cómo Rusia va poco a poco perdiendo posiciones y objetivos que parecían fácilmente alcanzables al comenzar esta guerra.

No, no quería hablar de la guerra porque para eso hay especialistas que exponen con todo detalle lo que es el belicismo y la geopolítica, pero pueden más mis ganas de expresar admiración por los hombres y mujeres que componen esas plantillas de profesionales que se juegan la vida día a día para contarnos el aquí y ahora, profesionales que, como ocurrió con la pandemia, están en el lugar enfrentándose al dolor y al horror, que malviven en esas ciudades destruidas y abren una ventana al mundo para que nos podamos solidarizar con los pueblos. Las guerras son una desgracia y un fracaso de la humanidad, pero sí es cierto que aflora también la grandeza del ser humano y la capacidad de ayuda y acogida. Las puertas de Europa se han abierto al pueblo ucraniano por decisiones políticas y humanitarias que no se habían visto en otras como las de Siria, Yemen o Afganistán, ¿nos seguimos acordando de la situación de las mujeres en estos países? El caso es que hemos de irnos preparando (ya lo estamos haciendo), para aceptar como sociedad los tres grandes grupos de gastos imprevistos, como consecuencia de esta guerra. En primer lugar los derivados de los envíos de armas y material, por parte de nuestro gobierno, como consecuencia de nuestra pertenencia a la OTAN, en segundo asumir la inflación que se origina por la elevación de los precios de los productos energéticos y de su traslación al sistema de precios y por último, y como decía antes, a los gastos originados por la acogida y acondicionamiento de refugiados ucranianos. Quiero rendir homenaje al pueblo de Ucrania y a los buenos corresponsales de prensa que son una antorcha en la oscuridad.

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