Una conchinchina “jaedreña”

    18 abr 2021 / 16:42 H.
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    Aunque quizá ahora se haya perdido su uso en las nuevas hornadas, eso de “la Conchinchina”, con “n” añadida al original, ha sido una expresión que señalaba ese sitio ignoto, lejano, desconocido, quizá imaginado pero no ubicado, en el que colocar aquello de lo que poco o nada sabíamos. Realmente era, es, una región vietnamita donde se encuentra la antigua Saigón, esa ciudad que sí que identificamos con la guerra que tanto ha ilustrado novelas y películas americanas.

    Pero no hace falta irse tan lejos para marcarse “una Conchinchina”. Hace escasas jornadas, en un lastimoso programa de citas más o menos a ciegas, dicen las crónicas que en una conversación emitida urbi et orbe se comentó algo así como: “Jaén está en Extremadura, Extremadura está cerca de Andalucía y Andalucía está justo debajo de Madrid”. Maravilloso compendio de la incultura, no solo geográfica, con la que nos topamos a poco que escarbemos en esa masa a la que se llama “el pueblo” por parte de autoridades, políticos y otros seres de similar o peor pelaje.

    Jaén es, bien que lo sabemos, sufrimos y sentimos, la peculiar Conchinchina de nuestro solar patrio. Quizá empatada con otros territorios de esa llamada España vacía, vaciada, olvidada o despreciada por los apoltronados” buscavotos”. No solo se desconoce en muchas ocasiones dónde estamos, sino que, aquellos que sí que nos ubican, nos desdeñan, menosprecian y desaíran haciendo de la humillación el punto de vista con que nos marcan como a pobres reses constreñidas en un redil sin futuro. Esa Conchinchina “jaedreña” —por juguetear con ese gentilicio de morbosa opción en concurso televisivo— es nuestra tierra, es nuestro Jaén y es el grito que nos une. Es la lucha por la supervivencia. Es el empuje que nos ha de empoderar, como se dice ahora, a la menor de cambio. Se empodera todo y todos. Menos la tierra jaenera, claro. Ni acaso una miserable dádiva nos ofrecen. Ni un soplo de ánimo. Solo promesas escritas en el viento de una burla falsaria e inmisericorde. Una situación insoportable que parecen no ya sustentar sino impulsar, huyendo hacia adelante, pensando en urnas venideras, aquellos a quienes colocamos en el estrado de nuestra defensa. Defensa que no ejecutan. Defensa que obvian en aras de no se sabe qué objetivos. Objetivos que en nada nos conciernen, sino que nos oprimen en un estado de deplorable olvido. Pero... ¿qué políticos nos hemos echado a los lomos? ¿Quién nos abandera? ¿A quién hemos de presentar nuestra solicitud para ser tenidos en cuenta? ¿Cómo hemos de tramitarla? ¿Se nos hará caso siendo buenos? ¿Tendremos que forzar un poquito, una “miajilla”, las cosas para que alguien recuerde que somos, estamos, queremos, vivimos, sentimos y existimos?

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