Una ciudad como Jaén

08 oct 2019 / 09:00 H.

Noble distracción la de brear a impuestos a quienes quieren imponerse en su cometido empresarial. Al empresario se le ha menoscabado y se encuentra inerme frente a unos negocios inmobiliarios que son beneficiosos para los arrendadores pero improductivos para quienes tienen que sostener la renta del local. Un empresario necesita un local como parte de un todo, pero la desaforada y continua subida del precio de los alquileres hace que los locales solo rindan cuanto podían rendir al agraciado arrendador. El negocio del alquiler da su fruto porque la inercia de la revisión de la renta hace que se actualice al alza y el empresario tiene que trabajar hasta el agotamiento, pero ni aun así podrá rentabilizar el esfuerzo realizado después de pagar los recibos de agua, luz, seguros sociales, hacienda, intereses del préstamo... ¿Cuándo amortizará la deuda contraída si solo puede aportar insignificantes cantidades al capital invertido? Hay que ofrecer incentivos a quienes montan un negocio, si se quiere favorecer el florecimiento de una ciudad que precisa de negocios que funcionen y generen empleo. El tema del alquiler o deja de ser un problema para el emprendedor o nunca afianzará su negocio. ¿Quiere decir esto que el centro de poder radica no en el empresario sino en especuladores que se sirven de índices aleatorios que no ayudan a reducir la deuda empresarial? Por desgracia, la ley convierte el dinero en el patrón de cuanto existe y ha fundamentado en él la capacidad política de obligar a cada cual a pensar en sí mismo. Basta para describir una ciudad como Jaén con un solo rasgo característico pues en ella viven industriales sin industria y especuladores que se avienen a expulsar a inquilinos insolventes. La especulación está transformando Jaén en una ciudad abandonada al negocio de “mafias” que introducen cambios en el vecindario con el elevado precio de unos alquileres que elimina a emprendedores jóvenes y mayores que tienen que bajar la persiana definitivamente, y tienen que emigrar porque en su tierra no pueden iniciar una actividad empresarial.

La justicia debe ordenar un alquiler justo y no acorralar a los arrendatarios porque, de facto, existe una presión impositiva carente de razonamiento lógico. Si no queremos estar al borde de una inevitable quiebra y sumirnos en la miseria, hay que trocar esa miseria por bienestar. Pido un módico precio para el arrendamiento de locales que sustentan la base económica de muchos negocios. La ley no puede amparar a los usureros cuando las circunstancias de una ciudad cada vez son más extremas. Transcurre el tiempo y esto no tiene visos de solución al existir una posición extremadamente poco halagüeña para crear puestos de trabajo. Y no hablemos de los inconvenientes añadidos como la falta de tecnología punta o la comunicación inapropiada para que un empresario pueda invertir con garantías en un lugar como Jaén. El maná llovido del cielo para el especulador y la desesperación para el que tiene que realizar la proeza económica de mantener dignamente un negocio. Por favor, hay que dispensar de agobios materiales a quienes deseen llevar a cabo una existencia empresarial sin sentir en la nuca el redoblado encono de quienes quieren ver como se derrumban sus esperanzas. Lo desesperado de la situación ha de conducirnos a la sinrazón.