Una cantinela sorda

17 mar 2023 / 12:00 H.
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Sí es sí, no es no... la lucha contra el maltrato a las mujeres. Esto es una cantinela afortunadamente cantada hasta la saciedad en el primer mundo, pero ahora si no vamos más allá, sino pasamos de repeticiones, no llegamos a ninguna parte. 8 de marzo, Día de la Mujer. Día del feminismo, y no me cansaré nunca de repetir su significado: Feminismo es igualdad. Y ya está. No es poco. Es tanto que ese principio es el más revolucionario que existe hoy en día, y por eso tiene tantos detractores y detractoras, en la sociedad y en los partidos políticos que son la representación de la sociedad en sí mismos.

Harta estoy de ver cómo las campañas por doquier hablan del derecho a la igualdad entre hombres y mujeres, pero siempre presentando a las mujeres como víctimas (que lo son, que lo somos), y desde el victimismo conseguir pequeñas parcelas de equiparación. Ya pueden guardárselo. El victimismo hunde y empequeñece.

Somos grandes por más que le pese a muchos. La igualdad se consigue legislando, educando e “invitando” al otro género a sumarse a ese gran concepto que nos equipara en derechos a hombres y mujeres. No hay nada más hermoso que ese principio, pero eso al parecer no lo piensa todo el mundo. Aún hay una parte de la sociedad que piensa que la mujer pretende ir muy lejos y por eso sigue sancionando sus comportamientos, criticando la exigencia de libertades y señalándolas como culpables sobre todo cuando se trata de delitos sexuales. ¿Por qué volvía tarde? ¿Por qué sola? ¿Por qué bebida, pintada y provocadora? A la mujer la prefieren como al perfume: enfrascada y con tampón. Ahora lo abro, ahora lo cierro. En su lugar y cumpliendo sus funciones. Lo demás, un descoque que hace que los hombres pierdan la cabeza. Eso sí, ahora ya ven bien que además produzcan económicamente, que doblen su jornada, pero... ojo: tiene que seguir siendo como la mujer del César, y parecerlo.

De esta noble lucha, que no enfrentamiento de sexos, se han conseguido grandes logros pero no el objetivo: igualdad en derechos. Si no hubiese esa desigualdad histórica, todo habría transcurrido como la seda. Las mujeres no hubieran tenido que luchar por algo tan elemental si la historia, la sociedad, la tradición milenaria, el sentido común y la humanidad y amor, las hubiese situado en el mismo plano que al hombre. A nadie se le escapa que ésta lucha la iniciaron mujeres en circunstancias muy adversas, y ésa es la que nos ha llevado hasta aquí. Que no ha sido una concesión del hombre, ni de la política, ni de la empresa por supuesto, ha sido de una parte de la sociedad discriminada por cuestión de sexo. Sí de sexo. Discriminada por intereses económicos, de poder de género, de poder religioso y de poder social. El poder a las mujeres, las destinó por su condición de paridoras, a una escala inferior de la sociedad, si bien se encargó de ensalzar su papel como madre, cuidadora de la familia y trabajadora sin remuneración a la vez, era un papel sublime, y por ahí las dominó. Simplemente pedir no vale, es como una mujer que reza a un Dios Ausente. Ese es el poder, que ahora, afortunadamente y en democracia ya no atiende a ruegos, sino a exigencias. Sí, la obligación de todo gobierno es legislar para la Igualdad de Sexos, y la de todos los poderes obligar a su cumplimiento.

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