Un tiro de tres
Cuando terminamos un año solemos pensar en lo que queremos conseguir y, quizá lo más inteligente, aquello que nos gustaría mantener en nuestra vida. Me parece algo irónico teniendo en cuenta que las decisiones más importantes se suelen tomar en muy poco tiempo. El tiempo no se para y son las pequeñas y fugaces elecciones, no solo nuestras sino las de todos, las que convierten lo imposible en probable o alejan aquello que teníamos al alcance de la mano. Este año prefiero hacer el propósito de ser más consciente y de que, en ocasiones, la vida no es una partida de ajedrez sino una de baloncesto, donde tienes que buscar el espacio leyendo la jugada en cuestión de segundos, y aún así desear que el balón acabe entrando en el aro. Hacer propósitos en ocasiones se parece a soplar una vela de cumpleaños, cuando muchas veces ni siquiera estamos seguros de lo que realmente queremos. Quizá lo más inteligente sería compartir esos propósitos con la gente a la que queremos, aceptando que todo cambia y que la vida, como dijo una persona muy sabía, es una tómbola, y
el que no la baila es tonto.