Un sorbito de champán
La máxima expresión de refinamiento y abundancia en los salones de bodas de mi pueblo era verter champán en unas estructuras piramidales de copas anchas donde el líquido dorado caía desde la copa superior hacia las inferiores. Algo así nos decían que debía ser el neoliberalismo. Al más puro estilo Gran Gatsby, nos creíamos que la opulencia de los ricos dejaría un goteo de riqueza que beneficiaría a los de abajo. Pero no sucedió. Los intereses de los cada vez más ricos solo crean sociedades más desiguales, países más desiguales. En 1870, el PIB per cápita de los países más ricos era 8,7 veces más alto que el de los países más pobres. En 1960, la brecha había crecido 38.5 veces. En 1990, ese mismo PIB era 45.2 veces más alto. En la actualidad, ese número ha llegado a 75. El nuevo panorama mundial tras la toma de posesión de Trump con sus corporaciones y sus decretos contra la inmigración, la agenda verde y la diversidad, no parece disminuir las desigualdades globales. Por eso, cuando he visto la caída de Wall Street tras la entrada de Deepseek, una IA China capaz de desafiar el dominio de las empresas tecnológicas estadounidenses, pues me he tomado un sorbito de champán en copa ancha.