Un solo poema

    09 jun 2020 / 16:36 H.
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    No hay un mundo mejor? ¿No hay un estado/ eterno y venturoso en que se vive,/ sin lloro gota a gota derramado/ do el dolor eternal no se percibe? “Lágrimas”, tituló estos versos en los que seguía encadenando interrogantes y reproches a un ser supremo del que se sentía abandonada. Lágrimas mil veces derramadas después de, apenas llevara un año de matrimonio y otro de maternidad, el marido, un tal Manuel Joaquín Solís Núñez los abandonara. Un dolor eternal, femenino, de quien ya sabe su vida arruinada por siempre, por joven que sea, por el oprobio, por la sociedad, que la verá volver con un hijo entre los brazos, de nuevo a la casa paterna. Un mundo que no es mejor, que es el Martos decimonónico que la vio nacer, casarse y parir, como Dios mandaba entonces. Ese lloro gota a gota derramado en pos de un estado venturoso fraguó en el único poema encontrado que lleva la firma de María Dolores Reig Venzelá. El Guadalbullón, uno de los más consolidados diarios de la época, se encargó de poner en negro sobre blanco las lágrimas transparentes. Sin importarle el tinte bruno, las preguntas casi irreverentes, el grito mudo precursor de Munch ni que lo firmara una mujer.

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