Un respiro

08 oct 2019 / 08:39 H.

Involuntariamente, me vi obligado a tomarme dos días de descanso en estas asomadas diarias que suelo hacer en las páginas de nuestro Diario JAÉN, desde hace 31 años. Podía haber sido un respiro, pero fue todo lo contrario. Resulta que se me averió el ordenador y tuve que estar unos días en la UVI. Fue un fastidio, un agobio, hasta un cabreo, pero puesto a entrar en la UVI prefiero que sea el ordenador quien lo haga y no yo. Fueron varios los amigos que, ante la breve ausencia, llegaron a pensar lo peor. Me llamaron por teléfono para preocuparse de mi salud y, el domingo, en el Estadio de la Victoria, algunos me abrazaban como si hubiera resucitado. Son cosas de estos tiempos en los que las máquinas se imponen y mandan en nuestros deseos y nuestras obligaciones. Cuando yo me inicié en el viejo Diario JAÉN me acerqué por vez primera a una máquina de escribir. Aquellas que había en la redacción, que parecían sacadas de las películas de Elliot Ness. Suspiraba por tener una, llegué a tener tres, que aún conservo pero ya trasnochadas, agarrotadas, con cintas secas. Son aparatos superados por el progreso, como el tocadiscos y el magnetofón, que también descansan en paz en un rincón de no sé qué mueble de mi casa y me costaron muchos sudores pagarlos. Ahora es la época del ordenador y admito que el mío también se está pasando de moda. No extraña que, aunque ya es el segundo, tenga achaques cada vez más a menudo. Eso sí, ahí está mi buen amigo Fernando Luque, de Mecaofi, que se desvive por aliviarme los pesares y se encargó, con sus técnicos Óscar y Álvaro, de ponerme el ordenador otra vez en condiciones, sabe Dios hasta cuándo. Agradezco que haya lectores amigos que me echaron de menos, pero no crean que yo lo paso bien sin poder comunicarme cada día con ustedes. Y mucho peor cuando este leve parón coincidió con la muerte de un viejo amigo como lo fue Sebastián Moya, un hombre que dedicó su vida a la enseñanza y al deporte. Nos conocíamos desde niños y juntos jugábamos a la pelota en la explanada del Portillo de San Jerónimo. Éramos de los más bajitos de la partida pero Sebastián jugaba muy bien. Con el tiempo, él cambió de disciplina deportiva y se entregó a la enseñanza y promoción del balonmano. Sebas era una excelente persona, cuya humildad siempre trataba de quitar importancia a su gran obra. Descanse en paz.