Un periodismo especializado

08 ene 2022 / 16:37 H.
Ver comentarios

Vean o lean en mis palabras la voz de un veterano de este oficio, articulado —no hoy sino desde siglos atrás—, como fundamento básico para la convivencia, soporte que debiera ser intocable, para una mejor relación entre los seres humanos. Hablo de la comunicación, del periodismo, como batalla a ganar frente a la idea única, a la sinrazón del más fuerte. Y no descubrimos nada si decimos que el periodismo vive inmerso en la vorágine de este siglo XXI. Los cambios en los instrumentos que sirven para llevar el mensaje se alteran continuamente. El profesional tiene que adaptarse vertiginosamente a las leyes del mercado y nace la diversificación, la aparición de nuevos yacimientos de trabajo, la especialización. Al periodista se le exige una preparación ampliada en aquellos campos o áreas donde acudimos para obtener la información, es decir, para hacer nuestro trabajo. Y hay que ser doctos, por supuesto en nuevas tecnologías, economía, bienestar social, cultura...

Llegados a este punto y sin cuestionar, en momento alguno, el bagaje de amplias y variadas enseñanzas que el periodista tiene en su teórico periodo preparatorio, complementado con la lógica práctica, —siempre que el trabajo le haya dado una oportunidad—, debiéramos hacer, quizás, algunas apreciaciones que nos condujeran a una apreciación preferente, aunque sea desde la brevedad de este relato. Y es posible que esta comunicación pueda considerarse baladí, ante los importantísimos retos que la sociedad tiene y el periodista padece; pero yo me pregunto ¿qué es un pueblo sin acudir a sus raíces históricas y culturales? ¿Qué comunidad se precia de serlo si no tiene en la cultura el mejor espejo donde mirarse, aprender, recrearse y fortalecerse. Y Andalucía es cultura. Toda ella. Y en esta nuestra tierra, ve la luz un Guadalquivir de sonidos empapados de historia, argumentados por anteriores destellos que conformaron el arco iris que ahora vemos y nos ilumina. Y se dice que sobre la base de inciertos orígenes ó crisol de culturas, cierto es que Andalucía es cuna materna “donde tiembla enmarañada la oscura raíz del grito”. Nuestra geografía, El Sur, fue, es cobijo y escenario de definitorios aconteceres que han dado como respuesta una esencialidad artística distinta. Y en su grandeza cabe anotar, además, que en el flamenco palabra y música rompen las barreras de lo cotidiano para entrar de lleno en el paraíso, desnudo y bello, de un arte sublime. El arte flamenco. Pero, cuál es su tratamiento informativo?. Es decir, ¿cómo comunicamos un Arte de singularidades manifiestas a los lectores, oyentes o telespectadores, expuesto muchas veces, con opiniones y valoraciones que no ayudan en nada a su mejor conocimiento, comprensión y cabal difusión? Una amplia prospección en medios escritos, radiofónicos y televisivos, nos ofrece un panorama desolador que confunde en vez de dar luz, al no estar refrendado lo que se dice o escribe por una deseada preparación, imprescindible, no solo para hacer bien nuestro oficio, sino en cualquier trabajo a desempeñar. El hecho noticiable, entonces, se deja en manos de interesadas notas de representantes artísticos, casas discográficas y variados intereses económicos, perjudicando así la divulgación de un Arte que ha sido designado como patrimonio inmaterial de la humanidad.

Necesitamos periodistas, compañeros, que desde el rigor de haber penetrado en el tuétano mismo de un arte con proyección universal, avalen con sus informaciones su significación, contenidos, su reflejo y presencia histórica.

Y el periodista, no se olvide, es el cuerpo, la base de toda estructura mediática tan imprescindible para que el flamenco como arte, como patrimonio andaluz, sea conocido y reconocido en su justa y verdadera dimensión.

Articulistas