Un par de orejas

    12 nov 2019 / 10:19 H.
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    Hay momentos de la vida en los que sientes un especial desasosiego en el estómago. Como hoy cuando, resignada pacíficamente a curar una gripe absurda, me maravillo de lo que publica este o aquel en las redes sociales hasta que, de repente, se cruza uno de esos anuncios publicitarios que, abusivos donde los haya, se meten en tu vida con considerable falta de respeto, y mis llorosos ojos leen: “¿Has nacido antes de 1967? Te encantarán estos audífonos discretos”. ¡Que soy del 65!, me alarmo. Entre la congestión, el “post” y mi año de nacimiento siento que no oigo bien y, rendida, me acerco la pantalla del móvil —se ve que también me falla la vista— para comprobar si, efectivamente, son discretos los aparatos. ¡Adiós, glamur! Por lo visto, si has nacido antes de 1967, eres viejo o estás sordo. Así, como suena; y digo “suena” con sorna, porque igual ni lo oyes... Prudente, hago una impresión de pantalla. ¿Quién sabe? Una década atrás mi vista de lince se vio mermada de tal forma que hoy ni comer puedo sin gafas. El oftalmólogo, un señor cariñoso en extremo, me explicó: “No te preocupes, es la edad”. Así que igual ahora, diez años después y con las gafas puestas, estoy a un paso del audífono. Espero que de verdad sea discreto.

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