Un monstruo viene a verme
Por todos es conocida la estremecedora película de 2016 en la que su director, J. A. Bayona, consiguió hacernos vibrar con aquel monstruo que acompañaba todas las noches al pequeño Connor para superar sus fobias ante la enfermedad de su madre. Son esos monstruos, esas voces que nos visitan ya que forman parte del ser humano, con nuestra valentía y fragilidad. Sin embargo, hubo otros monstruos que la visitaron una noche y otra y otra así durante diez años: la humillaron, despreciaron, denigraron, desdeñaron, menospreciaron, ofendieron, deshonraron, babosearon, sometieron, oprimieron, en definitiva, la mortificaron de forma bestial. Su protagonista, tristemente, es real, no es ficticia: Gisèle Pelicot fue sacrificada en el “altar del vicio” como ha afirmado ella en el juicio que se desarrolla estos días en Francia y que ha llevado al banquillo a su marido Dominique y al séquito de más de cincuenta monstruosidades que compartieron la atrocidad bajo la sumisión química. La observo tras la pantalla y me parece la mujer más elegante del planeta arrastrando una vida mortífera. Brutal y espeluznante historia que debe hacer cambiar de lado la vergüenza sirviendo su lucha de título final.