Un médico de Villargordo a los altares. Pedro María Sandoica y Granados
Tras la apertura del proceso de martirio de 130 jiennenses que murieron durante los días de la Guerra Civil Española, mártires por su fe, el 9 de abril de 2016, mañana, 30 de marzo, se procede al cierre del mismo proceso, en el Seminario Diocesano para el posterior traslado de toda la documentación a Roma, para ser presentados ante el Papa Francisco, para su aprobación definitiva.
Entre todos estos nombres destaca la figura de Pedro María Sandoica y Granados, que nace en Linares en 1877 en el seno de una familia acomodada y de una fuerte tradición cristiana, recibiendo desde niño la influencia religiosa de mano de sus padres, recibiendo una intensa formación jesuítica, obteniendo el título de Bachiller a la edad de quince años en el Instituto de Segunda Enseñanza de Jaén en 1892.
Ingresa en 1900 en la Universidad de Sevilla, obteniendo el título de Doctor en Medicina y Cirugía a la edad de treinta años. Durante sus diez años de estancia en Sevilla participa de mano del rector de la Universidad Hispalense, Francisco Pagés, en la vida religiosa y cofrade de la ciudad participando como hermano en las Cofradías del Silencio y Gran Poder. En 1911 se traslada Jaén, donde en Linares y Baeza, ejerce como médico, prefiriendo los pacientes de los barrios más humildes y marginales, y por sus constantes visitas a Villargordo, solicita destino trasladándose en 1920 a este pueblo de la campiña.
Adquiere gran popularidad entre los villargordeños y de los cortijos que los rodean, iniciando un tortuoso noviazgo con la que luego sería su esposa, Catalina Moral, ante la negativa de los padres de ella, con la que contrae matrimonio en 1925. Inmerso en la sociedad villargordeña, ayuda al ingeniero Ángel Méndez Orbegozo a la fundación del Sindicato Obrero Católico, para la mejora social de los obreros y campesinos del pueblo además de la creación de infraestructuras: cementerio, fuentes, abrevaderos, iluminación... En 1930 visita junto a su esposa Roma, entrevistándose en privado con el Papa. Su labor pastoral es amplia: creación del Apostolado de la Oración, con espectaculares altares para adorar al Santísimo sacramento, creación de la Banda de Música, organización de los Soldados Armaos Romanos... Destaca su labor como hermano mayor de la Cofradía de Jesús Nazareno, donde a pesar de las continuas amenazas siguió recibiendo culto y procesionando durante los años de la II República.
Destacar las acciones caritativas del doctor Sandoica para con sus pacientes más pobres, a los que costeaba sus medicinas, apadrinó a varios niños más humildes con nombres como Pedro, Misericordia, Sacramento, Espíritu Santo... siendo el saludo obligado al entrar a su domicilio el “Ave María Purísima...”. Gustaba el doctor Sandoica de pasar largos momentos en el Cortijo “El Torrejón” inmerso en la contemplación de la naturaleza y la oración. Señalado como activo cristiano y católico, iniciada la Guerra Civil Española, fue avisado por varios pacientes suyos de la CNT y el Frente Popular para que abandonara el pueblo, negándose en rotundo a abandonar a sus pacientes más necesitados que nunca.
En la noche del 23 de septiembre de 1936 fue detenido en su propio domicilio, negándose a abandonar la mesa donde estaba cenando pues “había sido bendecida” y pidiendo a su esposa su mejor traje, el de novio para “amortajarse él mismo”, siendo encarcelado en la ermita del Cristo de la Salud, donde fue testigo de la profanación de la imagen.
En la noche del 25 de septiembre fue conducido con otros para ser trasladados a una cárcel de Madrid, desviando la furgoneta a la Carretera de Mengíbar en el “Puente del Salado” donde tras perdonar a sus verdugos y al grito de ¡Viva Cristo Rey! murió mártir por ser claro defensor de su fe.
Los cuerpos fueron trasladados a una fosa común del Cementerio de Mengíbar, donde al acabar la Contienda Civil fueron trasladados al Cementerio de San Eufrasio de Jaén, donde fueron inhumados en 1995 y trasladados a la Parroquia de la Asunción de Villargordo, lugar en el que reposan a los pies de Jesús Nazareno al que tanta devoción profesó. Fue un ejemplo de servicio a los demás, en la proclamación de la fe sin reservas y en la dignificación de las manifestaciones populares, viviendo durante su vida, Villargordo y su parroquia un constante apogeo parroquial.