Un ictus igualador
Relevancia. Generosidad. Empatía. A las 7:35 horas en la Ciudad del Vaticano, una hora y cuarto después del orto, expiró el humanista Jorge Bergoglio. Un ictus igualador ha sido el mal terrenal que ha elevado el alma del papa Francisco a su origen. Un hombre con la visión de que lo que estaba en los arcenes de los caminos debía de ponerse en el centro, fluyendo con ayuda y justicia, como una parte más de un mundo que ha iniciado recorrer un nuevo orden. Un jesuita convencido de los valores de su orden religiosa, de la rectitud de su voto, de la generosidad de su sacerdocio. De la humanidad que todos necesitamos restaurar en nuestro interior, para dirigir las miradas hacia aquellos que sufren la crueldad, que no es un derecho ni una obligación para nadie. Así era el papa Francisco. Él, no se cansaba de perdonar. En sus homilías invitaba a hacer dicha práctica. Tanto fluía, perdonaba y soltaba, que aquel “imbécil” que le dedicó el dirigente argentino presente, también fue dispensado. El cónclave, que significa “con llave”, formado por hombres menores de 80 años ofrecerá el nombre del nuevo papa en el mes próximo de mayo de 2025, si no existe algo de relevancia divina que lo impida.