¿Un economista crítico?

La Economía es una ciencia social que se ocupa de las cuestiones y problemas que surgen en relación con la satisfacción de las necesidades individuales y colectivas. En las ciencias experimentales se puede aislar a los individuos o átomos de una manera que, a partir de ellos, se pueda explicar la realidad. Sin embargo, en la ciencia económica este individualismo o atomismo metodológico se encuentra restringido por la dificultad que supone aislar a los individuos de su contexto. Ser hoy un economista crítico no es una posición fácil de mantener. Sobre todo en un espacio tan cerrado y blindado como el de la teoría económica actual. Los economistas que se sitúen en una posición crítica ante los mensajes oficiales deberán estar dispuestos a renunciar a oportunidades profesionales y, además, a no contar con plataformas que les permitan difundir sus ideas. Contemplarán con frecuencia cómo otros colegas, posiblemente con un menor bagaje doctrinal, son tildados de gurús y de referentes, mientras ellos se ven postergados a posiciones secundarias. Personalmente, me desespera percibir que los economistas destinen más tiempo a analizar lo que pasa por encima de ejercer influencia sobre lo que tiene que pasar. La Economía es una doctrina en la que no existen demostraciones matemáticas tajantes. Un ejemplo fue la teoría de Rogoff y Reinhart, que pretendía demostrar que al sobrepasar la deuda pública el 90% del PIB, el crecimiento se deprimía. Un estudiante de doctorado de 28 años, escrutando los datos manejados, cuestionó la aportación de los dos eminentes catedráticos de Harvard. En Economía, la evidencia empírica tiene su espacio, que nunca puede ser totalmente certero y en el que es posible encontrar un argumento que lo sustente y otro que lo rebata. Y ante esa constatación, el mensaje oficial, con muchos más recursos mediáticos y con mayor capacidad de difusión, siempre podrá calificar de idealista, anticuado y antisistema al que le lleve la contraria. Vaya mi profunda admiración hacia ellos.