Un cuchillo muy afilado

    26 abr 2022 / 16:00 H.
    Ver comentarios

    Las palabras tienen algo místico; poseen el poder de emocionar, enamorar e incluso matar. Moldean la mente, infunden fuerza o terror. Con ellas creamos y destruimos. La Biblia, en el libro de los Proverbios, dice: “Muerte y vida están en poder de la lengua”. Y es que la lengua puede reconciliar y dar esperanza, pero también ser un cuchillo afilado y ponzoñoso, un arma destructiva, desencadenante de holocaustos y guerras, y acabar con familias, amistades, carreras y reputaciones. La difamación es propia de cobardes y envidiosos que se ensañan con quienes, al destacar en inteligencia, belleza o bondad, les estorban en su camino a ninguna parte. O ser un elaborado plan roñoso: es más económico despedir a alguien acusándolo de ladrón que abonarle su indemnización. En cualquier caso, siempre es cruel, maliciosa, y, para el que no lo sepa, puede ser constitutiva de delito y, por tanto, punible. Por eso, cuando veo a varios difamadores juntos, presumiendo no sé bien de qué, ya sea en el bar, en el patio del colegio o luciéndose tras el Cristo en la procesión, me viene a la cabeza esa acertada cita de Jonathan Swift: “Cuando aparece un gran genio en el mundo se le puede reconocer por esta señal: todos los necios se conjuran contra él”.

    Articulistas