Un cruce
de miradas

31 may 2017 / 11:48 H.

Suben las temperaturas y sueñas con esas ansiadas vacaciones. Cambias la ropa de los armarios y una amenaza cruel cae sobre ti en forma de molla adiposa que ha ido creciendo entre los jerséis y las bufandas y ahora se asienta con sorna en las caderas o, peor aún, en el abdomen. El calor te hace coger de la percha una prenda más ligera, solo para comprobar exhausta que la cremallera no sube con facilidad. Metes barriga, dejas de respirar y tiras de ella. Sube y sonríes, hasta que, morada, tomas aire de nuevo. Mal asunto. Empiezas a pensar en los beneficios de una dieta depurativa; total, los kilos de más suben el colesterol y la glucosa. Unos días a base de piña, té verde y alcachofas es realmente lo que te pide el cuerpo. No te apetece otra cosa, o eso te obligas a creer. El hecho es que el bikini descansa solícito en el cajón, te mira, lo miras y en ese instante nada te haría más feliz que un “estás más delgada”, salvo quizás un inesperado y delicioso “te amo”.