Un contradiós

16 feb 2023 / 18:04 H.
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A parte de significar una acción absurda o vituperable, es una palabra que siempre ha sido
utilizada mayoritariamente
por gentes de bien, que casi ya no se
escucha salvo en casos muy específicos. Prácticamente ha sido desalojada de nuestra forma de hablar, o al menos de
la de los jóvenes.

Esta misma mañana al conectarme a las noticias un día más y tentada de no hacerlo, los estragos del terremoto en Turquía y Siria me han vuelto a golpear como si la destrucción, el caos y la muerte no estuviese presente día a día en el mundo, otra cosa es la necesidad que tenemos de vivir y evadirnos de lo terrible, pero me ha venido a la cabeza una observación absolutamente inocente de mi nieto de tan sólo seis años; antes de ayer, inmediatamente después de pulsar el botón del mando para encender la tele, dice: “Abe, lo del terremoto es de
la naturaleza, lo de la guerra es del gobierno”. Pulsé el botón de apagar, para meditar qué responder a un niño de
tan corta edad. Sí, dije, un terremoto
es la tierra que choca, se rompe y al juntarse otra vez se caen casas y muere gente, por eso es un desastre de la naturaleza. Igual que el volcán?, pregunta, sí, solo que el volcán hace temblar la tierra porque el fuego que está dentro de la montaña tiene que salir, le explico. La lava, puntualizó.

Metida en este berenjenal, me atreví a continuar. La guerra es otra cosa. Aunque no fuese muy exacto le dije: Sí, las hacen los gobiernos porque quieren tener mucho poder y pelean unos contra otros y muere mucha gente, se destruyen casas, los niños se quedan solos sin papás ni mamás... Las guerras son malas para todos. “Eso es muy malo Abe”, dice, y afortunadamente siguió con sus juegos.

Me vino a la cabeza la olvidada expresión “contradiós”, “malafé” y otras similares que solo se utilizan cuando no se sabe cómo calificar las acciones humanas que producen tanto o más dolor que los desastres naturales, por terribles que sean, ya que éstos no son provocados con intención de matar y destruir en pro de un interés propio, o colectivo.

Siguiendo en este aprieto, y sin saber qué decir contra la barbarie, salvo esta rescatada palabra, caigo en la cuenta de que estoy pecando seguramente de buenismo, ya que tanto se ha escrito sobre las guerras que casi no merece la pena
insistir más.

Aún me pregunto por qué esta necesidad de informarnos día a día de lo que ocurre en el mundo y este interés por averiguar cosas que jamás nos dirán. Seguramente se deba a que cuando miramos lo que ocurre en casa, no queremos vernos en esas porque tenemos la obligación moral y ciudadana de meternos para intentar al menos que el panorama nacional no sea este circo irrespetuoso. Por mucho que se esfuercen, aún nadie me ha explicado por qué hay que echarlo todo por tierra, para desde las cenizas intentar construir algo mejor, eso se llama destrucción, y las civilizaciones avanzan construyendo.

La veda se ha abierto, es tiempo
de caza. Las convocatorias electorales volverán a sacar lo peor de cada familia política, entre tanto el espacio que debería de dedicarse a la reflexión, acuerdos y propuestas positivas para la población
en general, quedará relegado sí o sí,
para dar paso a eso que yo califico como un “contradiós”.

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