Un árbol fértil

13 ago 2019 / 08:48 H.

A lo largo de mi existencia nunca negué —e incluso la proclamé siempre— mi condición de valderramista. Ya lo era desde niño, cuando aún no imaginaba la relación de amistad que me iba a unir al inolvidable Juanito Valderrama, a sus hermanos Manolo y Ángel, y a su sobrina Lolita. Con el paso de los años, solo queda Lolita, con la que hablo telefónicamente de vez en cuando. Y siempre el tema de conversación, a parte de la salud, es el cante. Conozco a Loli Torres Valderrama desde que era una niña y, cuando yo tenía 17 años, formé parte de la compañía de los hermanos Valderrama, intentando hacer sonreír al público junto a mi compañero Pepe Rodríguez Poyatos. Tengo vivencias inolvidables con todas esas ramas de un mismo árbol que tantos artistas del cante dio al mundo.

Hace unos días, zapeando por el ordenador, me encontré con un cantaor llamado Gregorio Valderrama del que yo nada sabía. Fue Lolita la que me dijo que era su primo, hijo de su tío Ángel. Comprobé una vez más la gran fertilidad del árbol de los Valderrama. Y hablé con Gregorio, que vive en tierras malagueñas, pues aunque él nació en Jaén, en la Plaza de la Magdalena, reside allí desde que, en 1962, su padre decidió dejar nuestra ciudad y la suya, marchando a Antequera con su esposa Encarna, y sus hijos Angelita, Gregorio, Juan y Encarna. La mayor, Angelita, bebió la savia del cante, pero falleció joven. Gregorio también le salió al árbol y canta, aunque profesionalmente lo hizo durante poco tiempo. Se dedicó a su oficio de agente comercial en el ramo de la madera, pero siguió conservando su buena madera de cantaor.

Gregorio es un incansable investigador del cante flamenco, un archivo viviente. Da conferencias ilustradas con sus cantes, ha escrito varios libros y tiene premios de poesía. Ya está a un paso de jubilarse y será el flamenco y la familia —su esposa y tres hijos— quienes ocuparán todas sus horas. Se emociona al recordar a su padre, Ángel, y adora todo el legado artístico que dejó su tío Juanito Valderrama, aunque también profundiza con datos y voz en la historia de otros grandes cantaores, como Marchena y Canalejas. Hablar con Gregorio fue muy confortador, porque me despertó evocaciones de viejos tiempos, de fraternales amigos y de inmensos artistas. Gregorio no olvida Jaén y le gustaría venir en alguna ocasión para ofrecer su arte y sus conocimientos a sus paisanos.