Un alcalde malo

    19 may 2021 / 13:59 H.
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    Pongamos que hablamos de un municipio donde no pasa nada, donde solo la propia inercia de la vida mantiene vivo al pueblo. Donde sus pobladores se levantan cada día para buscarse la vida, como en otro lugar; convirtiéndose de esta manera en los auténticos protagonistas del pueblo. Y su alcalde, cual de otro lugar, se cree la máxima estrella. Sí, falsa estrella pendida por la propia inercia del voto socialista, la que históricamente brota caudalosa y generosa de los nobles corazones que nunca jamás traicionarán su PSOE aunque el elegido alcalde, sistemáticamente, desprecie a electores. Mientras los que están por encima y al frente del partido, dirigiéndolo, cual auténticos sátrapas o estúpidos ególatras, desde su rampante simpleza miran para otro lado. Gobernar tal Ayuntamiento no va más allá de lo que es gestionar desde la propia inercia funcionarial lo que es inevitable rutina, y así parece que se hace algo en tan pequeño pueblo. Hablamos de Carboneros, con un censo de 591 personas, 284 mujeres y 307 hombres. Pueblo colono, donde no pasa nada de puertas a dentro o afuera que su alcalde no sea el gallo cacareador. ¡Qué monería! Un quimérico brillo cometa de alcalde, con un enorme ego. Pero hay cosas que claman al cielo. Como que recientemente una mujer, de los pocos centenares de sus hijas carbonerensas actuales, ha escrito una novela histórica sobre su colonización, cuyo título es 1767 Spekulatius y que ha sido publicada en el pasado mes de febrero. La autora, ilusionada, al igual que a muchos de sus paisanos, por educación y deferencia, se lo comunica al alcalde quien ante este caso también, como en otras ocasiones este, mutis total, no da la cara. Un personaje de valor negativo, falto de las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza, función o destino; perfectamente encaja en la denominación de un alcalde malo... Inhábil, torpe en su profesión política ante los ojos de quienes conocen sus actos incívicos o de dejadez, de descortesía o mala educación. Pero no importa, él se cree estrella, la que “encandila” (al aparato) y es por lo que jamás resultará mal tipo cara al partido por ser porción necesaria en la escala ascendente del feudo que sostiene a dicho aparato. Bonillo, ciudadano ¡basta ya!, menos inquina; y sobre todo apéese de su pedestal que no es tal.

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