Última mudanza

    18 ago 2022 / 16:00 H.
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    De pequeño y adolescente fui trashumando por diferentes domicilios ubetenses en donde mis padres me llevaron, hasta que me casé y elegí (juntamente con mi esposa) el piso en el que queríamos vivir. Cuando me mudé la última vez a mi casa, en la Ciudad de los Cerros, pensé que sería mi último domicilio en mi ciudad natal y desde el que “me sacarían con los pies para adelante”, como solían decir, ya de mayores, mi padre y mis abuelos maternos. Y me equivoqué de pleno. No sabía —entonces— que tendría que irme a Sevilla urgentemente y empezar un nuevo peregrinaje de viviendas, con sus costosas y cansinas mudanzas, cuyo final no atisbaba ni sé realmente cuándo me llegará, pues ya llevo —por hoy— tres, en la capital del Betis, en cuatro años; y lo que te rondaré morena... Por eso, todo lo que conlleva una mudanza, no solo de cambio de enseres y muebles, sino de continua adaptación a nuevos espacios, tiempos y vecindario, solamente el ser humano sabe cómo digerirla. Somos errantes en esta tierra nuestra desde que nacemos y cuantas más mudanzas hagamos mayor bagaje vital y personal llevaremos en nuestras alforjas, antes de emprender el último viaje al Cielo de los Justos, cuando toque...

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