Trumpismo y fascismo

    07 may 2021 / 10:53 H.
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    Cuando miramos a la ultraderecha en EE UU, Hungría, Brasil, España o en cualquier otro país de nuestro entorno no podemos hablar propiamente de fascismo, quizás sea más acertado hablar de trumpismo; aunque estas ultraderechas de hoy día miren al pasado idealizándolo y asumiendo que siempre fue mejor. Lo cierto es que las circunstancias de los años treinta del siglo pasado eran muy diferentes al momento histórico actual. Y no es menos cierto que el fascismo nacional-católico español tenía matices de diferencia con el nazismo, o ambos dos con el fascismo italiano; al igual que sucede hoy día con el trumpismo: la versión nacionalista española no es igual a la brasileña, francesa o polaca. Todo esto no impide que podamos encontrar muchos elementos en común entre aquellos tiempos, de los que nos separa casi un siglo, y nuestros días. Lo mismo que podemos encontrar un buen número de coincidencias entre aquel fascismo y el trampismo de hoy día. Lo que está claro es que tanto aquella ideología del siglo XX como esta del siglo XXI, e independientemente del país, tienen el común denominador de ser ideologías extremadamente regresivas y reaccionarias que surgen para defender invariablemente a las clases dominantes; ese es su principal punto en común. Ambas ideologías representan la esencia de sus naciones en un idealizado pasado imperial cuya recuperación promociona un nacionalismo exaltado. Ese nacionalismo también es excluyente; todo aquel que tenga cualquier otra visión de su país es un antipatriota, un enemigo de su patria, seres despreciables que no merecen pertenecer a ella y, por supuesto, sin legitimidad ninguna.

    Hoy día, independientemente del país en el que nos centremos, el trumpismo se nos presenta como el instrumento promovido por las clases dominantes para eliminar cualquier elemento contestatario a su dominio; el feminismo, el ecologismo, el socialismo, el comunismo son, entre otros muchos, los enemigos a batir. A todo esto se le añade la justificación de ese dominio a través de la teoría meritocrática, compartida con el neoliberalismo, a la que se le suma un componente de clase, de raza, de etnia o cultura que quiere justificar su pretendida superioridad y poder ejercido a través del autoritarismo. Esa cultura antidemocrática es la que les permite acusar de ilegítima la presencia de cualquier adversario en las instituciones. Si miramos a nuestro país, la versión española del fascismo de los años treinta era también una ideología totalitaria; en nuestro caso concreto defendía la monarquía borbónica, con una visión radical centralista, cuyo objetivo fue el de mantener su dominio político, económico y mediático por todos los medios, sin importar que fueran autoritarios o antidemocráticos. Cualquier fuerza basada en los movimientos obreros era considerada ilegítima, en concreto, socialistas y comunistas; ya que amenazaban aquello que les pertenecía por derecho divino o histórico, alterando su control sobre la sociedad.

    Hoy en día, en nuestro país, la ideología de las clases dominantes es el trumpismo. Como instrumento político no hay más que mirar a Madrid para ver los dos partidos políticos, PP y Vox, fundados por los mismos personajes; por mucho que se insista desde Vox en dar la imagen de algo nuevo, la realidad es que no es más que una escisión del PP. Buscando semejanzas, es curioso las muchas características que los acercan al fascismo español de sus antecesores; su nacionalismo clasista, racista, xenófobo y machista. Al igual que su autoritarismo, el mismo que, según han expresado, considera ilegítimo al gobierno democrático de coalición de izquierdas que desean expulsar de las instituciones.

    Poco se ha hablado del programa de Vox en las elecciones de Madrid, que es hasta más extremo que la versión estadounidense del trampismo. Ese silencio le ha ayudado a presentarse como una opinión política cualquiera; la misma estrategia de la radical rama Ayuso del PP que con su madridismo castizo, o temas como la patria y la nación han sabido ocultar su clara orientación de defensa del poder de las clases dominantes.

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