Tristeza de amor

30 oct 2021 / 16:43 H.
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Los aficionados del Real Jaén nunca supusieron que su equipo estaría en un lugar tan hondo del fútbol español —colista del Grupo IX de la recientemente creada Tercera División RFEF— pero sin embargo sienten la melancólica alegría de que el club continúa vivo. El corazón del histórico y viejo Real Jaén —cumple cien años dentro de unos meses— estuvo a punto de pararse definitivamente este verano. Y el riesgo continúa. El Real Jaén tiene una historia gris —solo tres temporadas en Primera División a finales de los años 50—, pero divertida. En los 70 se organizaban desplazamientos, que eran muy secundados, para seguir hasta determinadas localidades al equipo a través de la larga travesía que emprendió por el pedregoso Grupo VIII de Tercera División. Las crónicas periodísticas de entonces se referían, por ejemplo, al “tradicional viaje a Valdepeñas”, localidad manchega que en esos tiempos tenía un equipo sólido, también ataviado de blanco, que solía desenvolverse por “la zona templada” de la clasificación. Hasta Valdepeñas llegaban muchos aficionados en sus coches, y otros en un autobús en el que también viajaban los periodistas de radio y prensa, más el capellán del Jaén, que siempre anunciaba la celebración de una Eucaristía en alguna parroquia del pueblo a fin de que no todo fuese tintorro y fútbol.

La promoción de ascenso a Segunda contra el Éibar de la campaña 1966-67 se vivió con pasión en Jaén. Los que no pudieron asistir al estadio en los partidos de ida y vuelta —muchísimos— los siguieron por la radio o por unos rótulos que aparecían superpuestos al capítulo dominical de la serie Bonanza en aquella televisión en blanco y negro. “Descanso: Éibar 0-Real Jaén 0”, se leía, mientras Ben Cartwrigth intentaba solucionar de manera pacífica algún asunto con peligrosas aristas en su rancho “La Ponderosa”. Ascendió el Real Jaén, y en algunos bares de la ciudad, como en La Unión, ubicado en la calle Maestra, colgaron carteles que decían: “El Éibar de regón y el Real Jaén campeón”. En esos años, durante las mañanas de los domingos de fútbol, un coche marca Seat-600 recorría las calles de la ciudad con un altavoz en el techo a través del cual se anunciaba la hora del partido y el rival, para terminar al grito de: “¡Al fútbol, al fútbol!”.

La situación actual del Real Jaén se hace irreconocible. Sobre todo por la debilidad de la entidad. Pero también por otras cuestiones. El uniforme del equipo ha sido tradicionalmente blanco con los números del futbolista en rojo. El actual predominio del morado en la camiseta se hace irreconocible. Además, desde hace tiempo los propios seguidores se refieren a su equipo como “los lagartos”. Pero el Real Jaén, desde siempre, y a las crónicas del inolvidable Vica me remito, era “el equipo de la capital del Santo Reino”... En fin, cosas de viejo, no hagan caso.

Pero hay que seguir apoyando al Real Jaén. Más que nunca. Aunque el rival ahora sea el CD Intergym de Melilla. Aunque queden tan lejos aquellos viajes costumbristas a Valdepeñas. Porque este equipo representa a una ciudad maravillosa. Aunque tampoco se pueda afirmar que Jaén sea una capital excesivamente bonita. Pero le ocurre como a Escarlata O’Hara. Margaret Mitchell arrancó su libro “Lo que el viento se llevó” así: “Escarlata no era una mujer guapa, pero los hombres sólo se daban cuenta cuando ya estaban enamorados de ella”. Y eso ocurre con Jaén.

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