Tristeza

22 sep 2020 / 16:39 H.
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Abres el correo y no lo entiendes por las veces que se te ha negado lo que indica. Soportas mensajes sobre la pérdida de tiempo porque responde al interés político. Haces la tediosa cola. Resistes el calor de la estancia. Una voz grita distribúyanse. Cruzas la mirada con personas tratando de identificar que piensan. Te acercas a la mesa. Te indican si has tenido síntomas. Respondes. Parece un proceso automatizado, no humano. Un pequeño pinchazo y esperas quince minutos en la zona prevista por si das positivo. Evades tu atención durante la espera. El minutero no corre. Llega el momento. Te puedes marchar. No eres positivo. Solo una idea, llegar rápido para verlos. Tocas el timbre, abren la puerta y allí están, son tus padres, tu nieta o la persona que deseas abrazar. Cuesta reconocer la emoción. Un instante de alegría, placer y lágrimas. El de la despedida es de tristeza. No sabes si lo has mantenido el tiempo necesario, te parece corto. Te sientes mal por si no has respondido al cariño. Dudas si habrá sido el último. Te sientes culpable. Hablando con mi amiga Carmen entendí que no se comprende la tristeza. Se entiende como fracaso, como rechazo. El sistema te garantiza ser feliz. Y si no, eres culpable y responsable. No aprovechas sus bondades. ¿Será esta la razón para no evaluar la situación actual? ¿La responsabilidad? Se agrava la duda cuando hay gobernantes sin experiencia. En ocasiones sus conductas parecen patológicas. Solo buscan el reconocimiento sistemático de la sociedad del espectáculo que fomentan y de la que viven. Necesitan ser centro de atención y del discurso. Demandan un reconocimiento social continuo, likes de los suyos por las acciones. Sus palabras no son errores, más bien, buscadas la para mostrar que todo lo que hacen es adecuado, nunca evalúan sus políticas. Culpabilizar a las víctimas de la pandemia, es fácil cuando las consideras responsables de ser fracasadas al no tener un mayor nivel y calidad de vida. No han sabido rentabilizar la igualdad que le permite la democracia. Culpabilizarlas es resultado del miedo a la pobreza, a la igualdad. Porque compartir recursos es contrario a los intereses de la clase social que defienden, aunque prostituyan el lenguaje con eufemismos para hacer creer que existe la igualdad. Mientras los dirigentes políticos digan una cosa y la contraria, solo por seguir un juego de estrategia partidista para lograr poder y no una política coordinada del bien común, aparcando la dirección ultraliberal como solución a las crisis y coaligar interesares entre derecha e izquierda; lo fácil será acusar a las víctimas e infundir sentimiento de culpabilidad y tristeza en una crisis que extiende sin haber superado aun la última. Hay que romper con la inercia. Se requiere una intervención precoz, preventiva, coordinada, con recursos. Evaluar la gestión para entender, no para lanzarla a la cara contrario. Dejar de culpabilizar y entender lo complejo de nuestra identidad, el ocio y las relaciones familiares. Si la democracia es garantía de la igualdad y bienestar, el Papa Francisco lo ha dejado claro esta pasada semana en el día de su conmemoración: “No hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia en la inequidad”. Igual habría que pensar si sobran sentimientos exacerbados y medallas a lo que consideramos iconos de nuestros principios y debamos interiorizar este mensaje, seas creyente o no.

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