Tristes, tristes
Y tristes guerras, y tristes seres que cometen un crimen contra la Humanidad. Las guerras son una constante en la Historia. Desde la Antigüedad hasta nuestros días, los conflictos armados solo han conseguido arrasar con todo. Ciudades devastadas por el odio y las ansias de poder. Pero qué paz queda cuando inocentes pierden la vida por culpa de individuos crueles y codiciosos. Qué paz. Las consecuencias de una guerra son desastrosas, pero la mayor pérdida es la humana. El sufrimiento y el impacto psicológico que causa un conflicto tienen una gran brecha en el corazón. El dolor trágico de una pérdida, por la maldad de seres oscuros que son capaces de quitar la vida a alguien, resulta desolador. Ningún gobierno debería permitir tal atrocidad. La Cooperación Internacional tendría que prevenir y resolver todo tipo de conflictos. A las tristes guerras el poeta Miguel Hernández escribía, y ante las tristes guerras debemos alzar la voz todos, para que la ansiada Paz no sea una utopía. El diálogo y la negociación se hacen necesarios, y hay que educar en valores para prevenir futuros conflictos. La guerra no discrimina entre combatientes y civiles, y es el pueblo quien sufre las duras consecuencias de las tristes guerras.