Tristes fiestas

Los mercados se encargan de hacernos creer que estas fiestas han de ser felices. Lo cierto es que no está el mundo para felicidades ni alegrías extremas. No digo yo que no haya quien las sienta realmente y me alegro por ellos. Personalmente las veo ya tan repetidas que me aburren o me llevan al desencanto por el camino de los inevitables recuerdos. Son fiestas de llantos más que de risas cuando aparecen de pronto todos los desaparecidos en el pasado. Momentos que vuelven a decirnos que una vez, sin saber el año, fuimos felices en estos días. No voy a pasar por el aro de la felicidad impuesta e intentaré serlo con cosas pequeñas sin subirme a la parra del mercado inglés y de tantos otros. Para empezar no pondré la tele ni para humores ni para monsergas. Especialmente el día 22 y siguientes pues siendo envidioso, que no lo soy, si es verdad que en tantos años no haya pillado no más de diez o doce reintegros en la puñetera lotería. Son días de excesos en todos los pecados capitales. Gula, lujuria, codicia, avaricia y los demás que no recuerdo. Y lo cierto es que me voy encontrando cada vez menos solo en estos pensamientos, pues la gente en general, se solidariza conmigo y termina por darme la razón a poco que les rasque en el corazón, con cuatro cosillas de antaño. Está bien saberlo para poder desear unas Felices Fiestas a tantos y tantos amigos infelices.