Trazabilidad política

31 mar 2019 / 11:34 H.

Concernido por las próximas contiendas electorales como está o debiera estar el patio de gente corriente, se me ocurre, tal vez de forma estúpida, pensar en la trazabilidad, ese rectángulo críptico que me alerta de datos importantes sobre las mercaderías que adquiero en mi tienda de barrio. La trazabilidad deriva de trazar, cuyo significado figurado es el de describir los rasgos característicos de una persona o cosa. El sustantivo lo vi aplicado al resultado de la búsqueda angustiosa de quienes pretenden recuperar los restos de sus seres queridos en la oscuridad de fosas y cunetas que por gente inmisericorde —¡Ay en la política activa!— califican de busca huesos. Yo no quiero referirme a esa trazabilidad de la muerte que constatan antropólogos y forenses, sino a la atinente a personas físicas y jurídicas que viven o malviven. Y respecto de las primeras, es decir, de quienes militan en la tropa política, es obvio que gran número de éstos, como Dios, escriben recto con líneas torcidas o mutan sus convicciones sin ningún pudor, de manera que mis comestibles sé cuándo se prepararon y hasta cuándo puede hacerse la ingesta, pero de ciertos personajes que profesan la política no existe posible trazabilidad. Son cambiantes como el gusano de seda que termina por convertirse en mariposa. No obstante, sí se puede considerar una suerte de trazabilidad a las formaciones políticas que concurrirán a las pendientes elecciones —dije también personas jurídicas— por cuanto la trazabilidad viene determinada por un programa electoral cuyo cumplimiento, ya sea en el gobierno o en la oposición, es absolutamente exigible. Al igual que en la Unión Europea, se ha creado un sistema de control de la calidad democrática de sus socios, en este escenario doméstico en el que votamos, debe de existir ese mismo control, desde dos perspectivas: antes de decidir el voto por una u otra formación política es preciso o totalmente recomendable el analizar quiénes encarnan una opción política determinada. Así, según mi criterio, pueden si no excluirse sí, cuando menos, cuestionarse personajes como Jorge Arturo Cutillas, secretario general de la rama juvenil de Junta Española de Integración, con el caluroso aplauso de Tejero y otros sublevados, o del pseudohistoriador Fernando Paz, autor de declaraciones negacionistas del Holocausto, uno y otro presentados por Vox, el primero vicepresidente de este partido en Madrid y el segundo, cabeza de lista en Albacete. Así mismo se puede calibrar el grado de compromiso de cada una de las formaciones políticas respecto del aborto, de la ley de violencia de género, de la inmigración, etc. Y ello sin tener en cuenta las últimas declaraciones del señor Suárez Illana que no merecen siquiera objeción porque son puras tonterías.

La segunda perspectiva se refiere a la necesidad de que se pondere al final de esta legislatura el grado de cumplimiento de esa virtual trazabilidad que representa cada programa electoral.