Tratado de risa

    26 nov 2023 / 09:33 H.
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    Dijo bien Alfonso Guerra en un conocido programa de máxima audiencia que hemos perdido el leit motiv de nuestras risas y ya no se pueden hacer chistes de “enanos ni de homosexuales”. Por fortuna, la sociedad española ha ido sofisticando su sentido del humor hacia pautas más inteligentes para despertar la carcajada ajena sin poner en la diana a personas o colectivos que tradicionalmente han sido objeto de chanza y burla. Cuántos chistes escuchábamos en las reuniones de bar, con ese codazo que unos y otros propinábamos con afán recaudatorio de complicidades, hemos dejado de tolerar sobre situaciones de desprecio y maltrato, sí, precisamente hoy que recordamos el camino que nos queda, por ejemplo, en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, objeto también de la pirueta verbal de nuestro cuñadismo más cañí. Lo cierto es que, con el auge de ideologías que buscan devolver a la jaula de cristal de la vergüenza a quienes han ido conquistando derechos y libertades en el gran teatro de la conciencia, se nos quitan las ganas de reír, como ocurrió en aquellos cabarets berlineses de los años treinta que Bob Fosse llevó a las pantallas en el cuento musical de Sally Bowles y Bryan Roberts. La risa se nos ha puesto cuesta arriba. Y de cara. Carísima.

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