¿Saldremos mejores?

Este confinamiento está influyendo en todos nosotros de muchas formas. Desde las más elementales: como el obligado cambio de costumbres hasta las más profundas como el replanteamiento de nuestra vida anterior o la manera de pensar. No tendremos una estadística fiable de delitos hasta que no termine el confinamiento. Los que nos identifican, no varían. Aquellos relacionados con la picaresca y el engaño se han multiplicado, incluso en originalidad: nos han vendido mascarillas que nunca llegaron y no solo mascarillas. Pero también hay muestras bellísimas de solidaridad con nuestros sanitarios y fuerzas del orden, con nuestros ancianos y vecinos. También hay gentes que se saltan el confinamiento con mil excusas. Tenemos a los perros agotados de tanto pasearlos, cuando esta era una actividad ingrata para todos los miembros de la familia. Están adquiriendo notoriedad los delitos de odio por pensar que un vecino nos puede contagiar. Esta desgracia no nos va a hacer mejores, cada cual va a seguir siendo como era, para la mayoría va a ser un aldabonazo en nuestra conciencia: todo se puede perder en un día, en unos segundos.