Anoche soñé con mi padre y hoy me he levantado con un regusto agridulce en el alma. Fue tan intenso el sueño, que lo sentí vivo. Me pareció que esas cuatro noches de hospital no llegaron a suceder nunca, que no tuvimos que enterrarlo sin velatorio ni funeral, apenas los hermanos delante de su nicho. Al menos tuve la suerte de poder acompañarlo hasta el final. Miles de ancianos murieron solos en las residencias, sin asistencia sanitaria, sin una mano amiga a la que agarrarse. Ahora, los familiares, quieren que se investiguen estas muertes, pero no encuentran apoyo en la fiscalía. Parece que a nadie le interesa sacar los trapos sucios, pues en este país somos de echar tierra sobre los asuntos incómodos. Amnistía Internacional denuncia violaciones a los derechos humanos en las residencias de mayores durante la primera ola de la pandemia. Y alerta del peligro de que se repitan, ya que gran parte del problema radica en la falta de financiación de la sanidad pública, que ha sido reducida y maltratada durante los últimos años. Las denuncias se están produciendo principalmente en Madrid y Barcelona, donde el número de casos fue mayor, pero las deficiencias en el sistema sanitario se sufren en todas las comunidades.
