Tradición y realidad

20 feb 2016 / 11:36 H.

En nuestra sociedad asistimos, periódicamente, a enfrentamientos personales y colectivos a causa de las tradiciones, llegando los partidarios y contrarios, en algunos casos, a la agresión y, como consecuencia, el deterioro de la integridad física por lo que han de intervenir, forzosamente, las autoridades, teniendo que llevar el asunto a los juzgados y poniendo en dificultades a los mismos jueces por aquello de: “las costumbres son leyes”. Tradición viene del latín “traditio” constituyendo el conjunto de bienes culturales que se transmite de generación en generación dentro de una comunidad. Estos bienes culturales son las costumbres y manifestaciones que cada sociedad considera valiosas y las mantiene para que sean aprendidas por las nuevas generaciones como parte indispensable del legado cultural. La tradición es, pues, algo que se hereda y que forma parte de la identidad de pueblos o colectivos; música, danzas, cuentos, folklore y todo aquello que forma parte de la sabiduría popular. Los sociólogos nos advierten, sin embargo, que la tradición debe ser capaz de renovarse y actualizarse, por lo que, muchas veces, una tradición puede incorporar nuevos hechos o expresiones sin perder su esencia. En bastantes ocasiones, la tradición se asocia a una visión conservadora que implica mantener intactos ciertos valores a lo largo del tiempo, oponiéndose a ello los denominados “rupturistas” a los que se les imputa no interesarse por las tradiciones de su tierra o del intento de modificarlas. Tras la tradición, se han escudado bastantes disparates que podríamos remontarlos a los tiempos pasados. Así sucedía con espartanos y romanos cuando, según algunos autores, arrojaban a los niños con deformidades por las empinadas laderas de los montes Taigeto y la roca Tarpeia; también, con el canibalismo que aún hoy es practicado por tribus amparadas en la selva amazónica o los sacrificios, en otras comunidades indígenas, de los niños para conseguir el equilibrio demográfico con los recursos disponibles; o la costumbre de matar reyes de manera ritual cuando, como en Esparta, lo hacían si el rey era cojo, o con el sultán de Waday que no debía tener ningún defecto visible y, en Angor, tampoco podía ser coronado si tenía un diente roto, desenfilado o cicatriz de una herida antigua. Los cafres del reino de Sofala obligaban al rey a suicidarse tomando veneno cuando caía sobre ellos algún desastre o calamidad física natural. En cuanto a los animales, objeto de controversias actuales, existe la Declaración de los Derechos de los Animales de la ONU, de octubre de 1978, que obliga a que ningún animal sea sometido a malos tratos ni actos de crueldad. Y si es necesaria la muerte de un animal, èsta debe ser instantánea e indolora y no generar angustia como sucede con el toro de la Vega, el toro júbilo, los toros enmaromados, el toro de San Juan, la pava de Begíjar, el giro del perro, patos al agua, matanza de delfines calderones en Dinamarca, corridas de gansos, el apedreamiento de Judas (mal trato de ardillas y gatos). Lo que aún no se ha resuelto son las corridas de toros que, por múltiples motivos, cuentan con bastantes detractores y defensores.