Tomar decisiones

01 may 2024 / 09:45 H.
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Tomar una decisión requiere realizar una ponderación reflexionando los aspectos y factores que hay que considerar en el análisis previo. No puede ser fruto de un impulso. Que un mandatario realice y exteriorice que requiere un momento para la reflexión, es una garantía, no una dejación de responsabilidades. Si este fuera el modo de proceder, seguro que la aportación que realizan las personas que configuramos la ciudadanía española sería diferente e incluso interesante en muchos de los casos. Las emociones están siempre presentes en nuestros actos, pero estos han de ser resultado de la racionalización de aquellas. Para ello, requerimos competencias sociales para convivir, son adquiridas en el proceso de socialización, no pasan solo por tener conocimientos, sino por desarrollar herramientas cognitivas para una capacidad crítica que permita discriminar la veracidad de los hechos teniendo presente una duda frente a cualquier información, pensamiento hipotético. Es conveniente entender la naturaleza de la fuente e incluso dudar de nuestras mismas percepciones siendo conscientes de los posibles sesgos en los que caemos, es decir, dar valor a la duda razonable en la búsqueda de evidencias. Solo así, la dinámica del debate será diferente. Más aún si consideráramos lo que afirma Fran Lebowitz: “Piensa antes de hablar, lee antes de pensar”. No basta creer que sabemos, sino que hay que saber ser, tener valores universales hacia a la humanidad, a menos que te consideres una ameba. Saber estar. Ser oportuno en las aportaciones. Ser dueños de nuestro destino y garantizar los derechos de las personas evitando abusos y considerar a las minorías, es el fin de las democracias liberales desde la segunda guerra mundial; mediante un conjunto de instituciones con poderes diferenciados que garantizan los derechos. El discurso democrático tiene valor en sus palabras. No es igual hablar de “ciudadanía”, conjunto de personas que tienen poder para decidir a quién dar la autoridad de entre sus integrantes para que les asegure los derechos del contrato social, la Constitución; frente al término de “pueblo”, conjunto de personas a las que se representa y dirige por parte de quienes están preparadas para hacerlo. Es propio de los discursos populistas. El problema no es que un mandatario reflexione, el problema es haya que llamar la atención sobre el hecho de la existencia de grupos que pretenden construir una democracia “iliberal” en la que representen al pueblo que cree la falacia de creer ser dueño de su destino por optar dónde y que consume. No es libertad. El “populismo iliberal” simplifica el análisis de los problemas sociales. Si fuesen tan simples, ¿no creen que se habrían podido resolver con facilidad? No desean reconocer la complejidad del mundo del siglo XIX. Apelan a emociones, no requieren tiempo para analizar; las soluciones ya están en los dirigentes. Bloquean, colonizan y obstruyen el desarrollo democrático de las instituciones para que funcionen como un solo poder, incluido los medios de comunicación. Es un modo de autoritarismo disfrazado de participación, la democracia “iliberal”. Es momento de que los grupos políticos decidan si quieren una democracia real o su falseo y dejar de destrozar psicológicamente al adversario creyendo que el modelo de su política recae en su persona y no en un colectivo, la ciudadanía que lo votó.

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