Todos perdemos

    12 ene 2025 / 09:30 H.
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    Ocho años atrás, cuando Donald Trump fue nombrado por primera vez presidente de los EE UU, hablaba entonces yo, también desde este mismo rincón, del peligroso juego en el que entraba la política cuando los poderes del estado se dejan en manos de un oligarca multimillonario cuyos objetivos andan encaminados exclusivamente a hacer mucho más ricos a los que ya lo son, y de paso engrosar aún más su riqueza. De todos es sabido cómo acabo aquel primer mandato del “figura” con el Capitolio asaltado por sus seguidores en un intento de golpe de estado. En unos pocos días Trump será de nuevo Presidente de su país después de ganar las elecciones a los demócratas, y una vez que fue absuelto de cargos y condenas por los jueces del Supremo que en su día el mismo Trump nombró. Todavía no ha empezado a hacer la mudanza para su regreso a la Casa Blanca y ya ha puesto patas arriba a medio mundo, y brazo en alto a la otra mitad. Llega con ganas de venganza a su segundo mandato rodeado, esta vez sí, de una corte de oligarcas y fascistas dispuestos a cagarse en todas las democracias. La lucha de clases ya no existe, la han ganado los superricos.



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