Todos ganan

07 nov 2019 / 11:43 H.
Ver comentarios

Hace muchos años que leí, no recuerdo dónde, una moraleja que nunca olvido, porque cada día adquiere mayor actualidad. Un padre estaba preocupado por saber la vocación que tenía su hijo, aún adolescente, para decidir su futuro. Se preguntaba qué querría ser el chaval. Se le ocurrió que lo encerraría solo, en la buhardilla de la casa durante dos días, acompañado solo de una Biblia, una bolsa de manzanas y un monedero con unas cuantas monedas. Pensó que si al abrir la puerta, tras dos días de soledad, encontraba a su hijo leyendo la Biblia, su vocación sería la de ser sacerdote. Si eran las manzanas las que mayor atención le produjeron es que quería ser agricultor y, por último, si su máximo interés fue para las monedas no cabía duda que su inclinación era dedicarse a las finanzas. Cuando el padre abrió la puerta, se encontró al hijo sentado en el suelo sobre la Biblia, se había comido todas las manzanas y se había guardado muy bien las monedas en el bolsillo. El padre no lo dudó ni un instante y se dijo: “Está claro que lo que mi hijo quiere ser de mayor es político”. No hubo ni un solo día de campaña electoral que no me acordara de esta moraleja. Cada vez que los políticos abren la boca para lanzar sus promesas, me acuerdo de la Biblia, las manzanas y las monedas. Pienso que en estos tiempos en que la Academia de la Lengua está tan abierta a aceptar nuevos modismos y acepciones debería admitir, además de “debate”, la definición de “de-water”. Sí, lo que digo es una broma, pero en la mayoría de las ocasiones significan lo mismo. Por eso nadie se extraña que, por ejemplo, tras el debate de los cinco líderes que optan a gobernar España, celebrado el pasado lunes, los cinco se sientan ganadores del debate. En política todos ganan. Pero, si se les preguntara a los ciudadanos, ¿cuántos dirían que ganaron algo con lo que dijeron los líderes? Solo uno de los cinco, Santiago Abascal, dijo algo diferente, algo que hace años ningún político se atrevió a decir en público y en voz alta: “¡Viva España!”. No sé por qué razón decir “viva España” deba ser una expresión franquista, falangista ni fascista. Santiago Abascal expresó ideas de ultraderecha, ya trasnochadas, que no suponen una solución a los problemas del país. No voy a votar, pero me sumo al “viva España” y añado “viva Andalucía, viva Jaén, viva la vida y el amor”.

Articulistas